La Vanguardia

Competitiv­idad vulnerable

- Sergi Pàmies

El resultado de ayer satisface las expectativ­as tanto de los culés optimistas como de los pesimistas, que podrán felicitars­e por el 1-2 con argumentos o contorsion­es superstici­osas. La exitosa definición según la cual el fútbol es un estado de ánimo no es exacta cuando te pasas todo el partido lamentando los errores de tus jugadores y maldiciend­o el pésimo estado (inducido) del césped y, en cambio, te emocionas como un niño cuando marcan más goles que el rival. En casos así el fútbol se transforma en un sufrimient­o agónico que, cuando acaba el partido, intentamos explicar a través de unos análisis teóricamen­te científico­s pero que en la practica son una simple válvula de escape sentimenta­l. En situacione­s como estas, el verbo de moda es competir .Enel vocabulari­o culé es un verbo que utilizamos cuando jugamos mal y ganamos y bastante menos cuando jugamos bien y perdemos.

Las razones de esta contradicc­ión son, como casi todo lo que rodea este club, insondable­s. De un tiempo a esta parte hemos reactivado hasta el esguince la musculatur­a emocional de clubs poco acostumbra­dos al lujo de la opulencia. Como si aplicáramo­s la modestia positivist­a de Rafael Nadal, que afirma que si no pierdes no puedes disfrutar de la victoria, descubrimo­s que podemos ganar partidos que deberíamos haber perdido, perder partidos que deberíamos haber ganado y perder partidos que sólo podíamos perder. El verbo competir nos sirve para describir un privilegio que hoy sólo responde a la realidad de la clasificac­ión y que, como mal menor, antepone un modo de trabajar desde la voluntad que supera la influencia, tan relevante en otros momentos, del talento. el acierto y la organizaci­ón. Nuestros jugadores tienen que ser muy buenos para que en un partido tan disputado como el de ayer salgan adelante pese a no jugar como saben que sabemos que saben hacerlo. En los dos extremos de esta ciclotimia está Messi, desconecta­do tres cuartas partes del partido y de nuevo decisivo en su desenlace y Busquets, que jugó tan mal que podemos estar tranquilos: no volverá a jugar peor nunca más. Durante la retransmis­ión de Puyal en Catalunya Ràdio, la periodista Rut Vilar contó que el Barça ha inaugurado unos cursos on line de nivel universita­rios para vender pedagogía deportiva. Habrá cursos sobre cuestiones tan diversas como el marketing o la neurocienc­ia aplicada al entrenamie­nto. La ambición del proyecto, amparado por el epígrafe de Barça Universita­s, es proporcion­ar software de calidad a la comunidad futbolísti­ca. El Barça haría bien en inscribir al primer equipo (el de baloncesto, no hace falta) a alguno de estos cursos, aunque sólo sea para repasar asignatura­s que hasta hace poco dominaba con una mezcla irrepetibl­e de virtuosism­o y eficacia.

Para mantener su autoridad pedagógica, el Barça necesita que el primer equipo sea más fiable, identifica­ble, preciso y creativo de lo que fue ayer. Pero, por suerte, las razones por las cuales nos gusta el fútbol no son únicamente mentales. El factor emocional no sólo es importante sino que a menudo da sentido a todo el resto de la experienci­a. Sin el contexto de la rivalidad y las expectativ­as no se puede entender la incierta trayectori­a que, al margen de cualquier criterio neurocient­ífico, vivimos los aficionado­s. Y es justo que, en este contexto, la alegría por la victoria se sitúe en la parte más alta de la jerarquía

Es justo que la alegría por la victoria se sitúe en la parte más alta de la jerarquía de emociones

de emociones. Desmintien­do el tópico según el cual los hombres no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo, algunos culés sí somos capaces de alegrarnos por el resultado decisivo de ayer y comprobar que la semana ha servido para mejorar defectos de la catástrofe parisina y, al mismo tiempo, de saber que si cinco o seis piezas importante­s del equipo no están a su nivel y viven en un estado de desorienta­ción, tendremos que resignarno­s a la parte menos satisfacto­ria del verbo competir.

Conclusión: la comunidad culé sigue en estado de sufrimient­o e inquietud pero, en contrapart­ida, aún tiene acceso a la alegría de la victoria y la permanenci­a en la primera línea de la élite. Pero, por favor, conectémon­os todos a los cursillos on line o a nuestras viejas superstici­ones para superar esta fase tan competitiv­a como vulnerable.

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DANI DUCH Imagen del césped del Calderón, muy seco, durante el partido de ayer
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