Competitividad vulnerable
El resultado de ayer satisface las expectativas tanto de los culés optimistas como de los pesimistas, que podrán felicitarse por el 1-2 con argumentos o contorsiones supersticiosas. La exitosa definición según la cual el fútbol es un estado de ánimo no es exacta cuando te pasas todo el partido lamentando los errores de tus jugadores y maldiciendo el pésimo estado (inducido) del césped y, en cambio, te emocionas como un niño cuando marcan más goles que el rival. En casos así el fútbol se transforma en un sufrimiento agónico que, cuando acaba el partido, intentamos explicar a través de unos análisis teóricamente científicos pero que en la practica son una simple válvula de escape sentimental. En situaciones como estas, el verbo de moda es competir .Enel vocabulario culé es un verbo que utilizamos cuando jugamos mal y ganamos y bastante menos cuando jugamos bien y perdemos.
Las razones de esta contradicción son, como casi todo lo que rodea este club, insondables. De un tiempo a esta parte hemos reactivado hasta el esguince la musculatura emocional de clubs poco acostumbrados al lujo de la opulencia. Como si aplicáramos la modestia positivista de Rafael Nadal, que afirma que si no pierdes no puedes disfrutar de la victoria, descubrimos que podemos ganar partidos que deberíamos haber perdido, perder partidos que deberíamos haber ganado y perder partidos que sólo podíamos perder. El verbo competir nos sirve para describir un privilegio que hoy sólo responde a la realidad de la clasificación y que, como mal menor, antepone un modo de trabajar desde la voluntad que supera la influencia, tan relevante en otros momentos, del talento. el acierto y la organización. Nuestros jugadores tienen que ser muy buenos para que en un partido tan disputado como el de ayer salgan adelante pese a no jugar como saben que sabemos que saben hacerlo. En los dos extremos de esta ciclotimia está Messi, desconectado tres cuartas partes del partido y de nuevo decisivo en su desenlace y Busquets, que jugó tan mal que podemos estar tranquilos: no volverá a jugar peor nunca más. Durante la retransmisión de Puyal en Catalunya Ràdio, la periodista Rut Vilar contó que el Barça ha inaugurado unos cursos on line de nivel universitarios para vender pedagogía deportiva. Habrá cursos sobre cuestiones tan diversas como el marketing o la neurociencia aplicada al entrenamiento. La ambición del proyecto, amparado por el epígrafe de Barça Universitas, es proporcionar software de calidad a la comunidad futbolística. El Barça haría bien en inscribir al primer equipo (el de baloncesto, no hace falta) a alguno de estos cursos, aunque sólo sea para repasar asignaturas que hasta hace poco dominaba con una mezcla irrepetible de virtuosismo y eficacia.
Para mantener su autoridad pedagógica, el Barça necesita que el primer equipo sea más fiable, identificable, preciso y creativo de lo que fue ayer. Pero, por suerte, las razones por las cuales nos gusta el fútbol no son únicamente mentales. El factor emocional no sólo es importante sino que a menudo da sentido a todo el resto de la experiencia. Sin el contexto de la rivalidad y las expectativas no se puede entender la incierta trayectoria que, al margen de cualquier criterio neurocientífico, vivimos los aficionados. Y es justo que, en este contexto, la alegría por la victoria se sitúe en la parte más alta de la jerarquía
Es justo que la alegría por la victoria se sitúe en la parte más alta de la jerarquía de emociones
de emociones. Desmintiendo el tópico según el cual los hombres no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo, algunos culés sí somos capaces de alegrarnos por el resultado decisivo de ayer y comprobar que la semana ha servido para mejorar defectos de la catástrofe parisina y, al mismo tiempo, de saber que si cinco o seis piezas importantes del equipo no están a su nivel y viven en un estado de desorientación, tendremos que resignarnos a la parte menos satisfactoria del verbo competir.
Conclusión: la comunidad culé sigue en estado de sufrimiento e inquietud pero, en contrapartida, aún tiene acceso a la alegría de la victoria y la permanencia en la primera línea de la élite. Pero, por favor, conectémonos todos a los cursillos on line o a nuestras viejas supersticiones para superar esta fase tan competitiva como vulnerable.