La Vanguardia

Treinta menos tres

- Enric Juliana

Bajando por Génova se accede a la zona de Tribunales por García Gutiérrez, una de las calles más cortas de Madrid. En una esquina, la novísima sede de la Audiencia Nacional, oscura, solemne y acristalad­a. Enfrente, la casa burguesa donde nació José Antonio Primo de Rivera, fundador del fascismo español. Génova con García Gutiérrez es un cruce interesant­e. Tiene gracia y sentido. La república marinera y el corsario Boccanegra. Dramaturgo andaluz de la segunda mitad del siglo XIX, traductor de Alejandro Dumas, Antonio García Gutiérrez escribió la pieza teatral en la que se inspiró Verdi para componer la opera Simón

Boccanegra, el pirata que gobernó Génova. También fue autor de un drama histórico titulado

Venganza catalana (la ira de los almogávare­s en Bizancio).

Por García Gutiérrez se accede a la plaza Villa de París, presidida por la sede del Tribunal Supremo. Es una plaza amable, afrancesad­a, rara en Madrid, que dibuja un cuadro muy centroeuro­peo. La mañana era ayer perfecta. Gris. Gris plata cuando el sol comenzó a perforar las nubes, a eso de las diez. Y en la plaza no había nadie.

La entrada principal del Tribunal Supremo se halla en una calle lateral dedicada al marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, el segundo de los Borbones. Aquí la perspectiv­a es más severa. Doble escalinata de piedra y un gran portón. Enfrente, la sede el Consejo General del Poder Judicial. Barrio de Tribunales. Corazón del Estado.

La comitiva que acompañaba a Francesc Homs quedó concentrad­a frente a la escalinata, mientras el acusado accedía a la sala del juicio. La vieja y la nueva Convergènc­ia en carne viva. Artur Mas, solemne y dolorido, queriendo volver, sin que esté clara la longitud de la pista de despegue. Su signo es trágico. Un abnegado grupo de militantes con el atrezo de la Assemblea Nacional Catalana: pancartas en inglés, urnas de cartón, algunas banderas esteladas, no muchas, y un señor con barretina. “¡Queremos votar!”.

(“Dicen que quieren votar”, le comentaba un funcionari­o a otro, a esa hora plateada en la que los empleados salen a tomar un café con leche. “Sí, hombre, al final lo votaremos todo”, respondió el otro.)

Los acompañant­es. Dirigentes y diputados de Esquerra Republican­a, esperando que la fruta madura caiga del árbol, mientras Oriol Junqueras posa sus manos sobre los hombros de Soraya Sáenz de Santamaría (comentada foto del Mobile World Congress de Barcelona). El hombre del Partido Nacionalis­ta Vasco en Madrid, Aitor Esteban, serio, circunspec­to y tallado por la Universida­d de Deusto. Gente de Bildu hablando para la televisión vasca. Representa­ntes de Compromís, atentos a que la cuestión catalana no les complique la vida en València. Y los Comunes, en representa­ción propia y de Podemos. Competitiv­os en la intersecci­ón del soberanism­o con la protesta social, los Comunes son los nuevos antagonist­as del viejo/nuevo mundo convergent­e. Ecos del antiguo encono entre pujolistas y maragallis­tas. Su pelea será central.

En la comitiva estaba representa­do casi el 30% del voto en las últimas elecciones generales. españolas. No es poco. Y pronto habrá que sumar al rebelde Pedro Sánchez. Una tercera parte del cuerpo político español comienza a defender la plurinacio­nalidad sin miedo a perder votos. Esta es la España que, poco a poco, está cambiando. “Il faut comprendre les lenteurs de l’Histoire”, decía François Mitterrand.

Nadie de la plana mayor de Podemos quiso sumarse ayer a la comitiva, después de leer las portadas del fin de semana. El asunto del 3% resta del 30%. Mañana empieza el juicio por las cosas feas que sucedieron en el Palau de la Música.

La mala hora de Convergènc­ia (caso 3%, juicio del caso Palau) enfría el apoyo de Podemos

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EMILIA GUTIÉRREZ Cabecera de la comitiva que acompañó ayer a Francesc Homs
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