La Vanguardia

Como en casa propia

- Mariángel Alcázar

El Consorcio de la Zona Franca inicia la celebració­n de su centenario con la audiencia real

El Rey empezó ayer compartien­do una visión con el presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont. A su paso por el stand de Korea Telecom, en el MWC, a ambos les colocaron unas gafas de 3D para practicar luge, una modalidad deportiva consistent­e en deslizarse con un patín a través de un tobogán de hielo. Por las caras parecía que el Rey disfrutaba más que Puigdemont de ese descenso vertiginos­o o, al menos, por su entreno en las pistas y, en el oficio, tenía la situación más controlada.

Los recorridos por las ferias son una de las tareas más sufridas de toda autoridad que se precie, pero el MWC es especialme­nte duro, habida cuenta de la cantidad de estands y que, el número de altos representa­ntes institucio­nales asistentes a la inauguraci­ón, complica el conocimien­to directo de lo que allí se expone. Hay que estar y se está, aunque sólo sea porque el MWC ha obrado varios milagros y no sólo el de ver, bajo un letrero gigante de España, al Rey y la vicepresid­enta del Gobierno, junto al presidente y el vicepresid­ente de la Generalita­t, la presidenta del Parlament y la alcaldesa de Barcelona, entre otros.

Cumplida la misión de pasear por el congreso de móviles, el Rey subió a Montjuic para llegar al palacete Albéniz, ubicado frente al Estadio Olímpic, donde el 25 de julio de 1992 paseó la bandera española. ¡Qué tiempos aquellos! Le esperaba la junta de gobierno de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financiera­s, que tiene su sede en Barcelona. De manos del presidente de la institució­n, Jaime Gil Aluja, el Rey recibió la medalla de honor de la entidad, agachándos­e para que se la colocaran por encima de la cabeza. Tras los académicos, fue el turno de Foment del Treball, la principal patronal catalana, cuyo presidente, Joaquim Gay de Montellà que, como vicepresid­ente de la CEOE, ha acompañado en algunos viajes al Rey, afirmó al salir de la audiencia que su presencia en Barcelona “da fluidez y normalidad a las relaciones institucio­nales y a los empresario­s”. Breve pausa para la comida y un cambio de corbata; por la mañana lució una azul marido con siluetas de paramecios gigantes y, por la tarde, regresó a la cotidianid­ad de una granate. Fue así como recibió a la junta de gobierno del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona (CZFB) con motivo del centenario de esta entidad pública, encabezada por el delegado especial del Estado, Jordi Cornet. El de la Zona Franca fue el primer consorcio creado en España, durante el reinado de Alfonso XIII. Jordi Cornet regaló al Rey una foto de su bisabuelo cuando visitó la zona en 1929.

El palacete Albéniz se construyó para albergar a la familia real durante la Exposición de 1929. El edificio se parece al de la Zarzuela, uno mira sobre Barcelona y el otro sobre los montes del Pardo, y aunque segurament­e resultaría más cómodo acudir a un hotel, el Rey optó por utilizar el palacete para dormir y para recibir audiencias, porque el Albéniz también es su casa.

Antes de regresar a Madrid, el Rey acudió a la nueva sede de la firma de abogados Cuatrecasa­s, ubicada en el distrito 22 @. Le recibió el actual presidente, Rafael Fontana, y también el anterior, Emili Cuatrecasa­s, que incluso ejerció de anfitrión en algún momento. El Rey recorrió la instalacio­nes y tuvo especial interés en saludar a los numerosos asociados, jóvenes y anónimos abogados del bufete.

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DAVID AIROB El Rey, junto a Jordi Cornet, Jaume Collboni y Miquel Valls, en la audiencia al Consorcio de la Zona Franca
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