La Vanguardia

Mis granos de arena

- Quim Monzó

La semana pasada el Parlament instó al Govern catalán a exigir al central que arregle urgentemen­te el litoral catalán, que quedó hecho un asco tras las lluvias de las últimas semanas de enero. Las zonas más afectadas son el Maresme, el Baix Camp y el Baix Ebre, pero los daños afectaron a todas las costas del país. Hay un caso donde el temporal marítimo –el peor de los últimos tres lustros en el Garraf– dejó insospecha­damente al descubiert­o una tumba romana desconocid­a, con restos humanos (un señor de treinta años, una chica y un bebé), al lado de donde estaba la discoteca L’Atlàntida de Sitges.

La urgencia para arreglar los desperfect­os la motiva el hecho de que la temporada turística se acerca. La Semana Santa es de aquí a un mes y medio. Si no fuera por los turistas, me gustaría saber si esos desperfect­os se arreglaría­n tan rápido. Claro que tampoco se produciría­n con la intensidad de ahora, porque buena parte de la culpa de que –con temporales más o menos considerab­les– haya tantos se debe a la actividad humana a la que va ligada, empezando por los puertos deportivos y sus espigones. Todo eso cuesta una pasta pero a nadie le pasa por la cabeza que se pueda dar marcha atrás y volver a las playas naturales, las de antes, que eran como eran y se estropeaba­n menos. Ahora, pues, repararán los accesos, muchos de los cuales –rampas, pasarelas...– han quedado destrozado­s, y regenerará­n las playas. Según la agencia ACN, lo harán “por medio del trasvase de arena en las zonas erosionada­s deficitari­as, y se extenderán estos excedentes y nivelarán las playas con material trasladado”.

En muchos países hay problemas de pérdida de arena, y no siempre es por el mismo motivo. En algunos viene del hecho de que los constructo­res usan arena de playa para edificar, porque la de los desiertos no tiene las caracterís­ticas idóneas, de forma que cada año roban millones de toneladas de las playas. Ahora, la empresa cervecera DB Export (propiedad de Heineken) ha creado una máquina que tritura las botellas de cerveza hasta convertirl­as en una arena ideal para la construcci­ón y, supongo, también para las playas. ¿Por qué no? En la costa rusa del Pacífico, cerca de Vladivosto­k, hay una playa llamada Steklyanna­ya, formada por millones de guijarros de colores. Antes la gente acostumbra­ba a ir para beber vodka y cerveza y, una vez consumidas las botellas, las tiraban al suelo, como si aquello fuera un vertedero. Se rompían, evidenteme­nte, pero la erosión del agua durante décadas las ha pulido, y ahora ya no son angulosas sino redondeada­s e incluso los niños juegan con ellas. El estallido de colores es fascinante y un aliciente más para los visitantes.

La máquina de la DB Export es muy alta y muy ancha. Está en los bares. Te acabas la botella de cerveza, la metes dentro, la tritura y la convierte en 200 gramos de arena. El problema llegará cuando los nuevos puritanos consideren que es una manera sibilina de incentivar el consumo de alcohol por medio de la argucia de hacerlo pasar por una causa altruista. Ahí se habrá acabado todo.

Cómo conseguir de forma fácil y barata la arena que las playas pierden cada vez que hay un temporal

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