El danés Noma se despide para mudarse y reabrir en el 2018
“Uno, dos, tres...”, y el equipo al completo del restaurante Noma (Copenhague) cantó el pasado sábado, al unísono, la última comanda: “¡Seis chocolates para la mesa ocho!”. Acto seguido, en cuanto desde la cocina marcharon los recipientes blancos con las piezas de chocolate y unos esponjosos brioches dispuestos sobre un manto de hierba, la sala entera estalló en gritos y aplausos.
La escena fue muy similar a la que el propio cocinero del Noma, René Redzepi, vivió en la despedida de El Bulli en julio del 2011 junto a numerosos chefs que en su día pasaron por la cala Montjoi. En esta ocasión la euforia marcaba un adiós temporal del establecimiento danés que en tres ocasiones encabezó la lista de los mejores restaurantes del mundo, The World 50 Best Restaurants, y en la que actualmente ocupa el quinto lugar.
Noma, emblema de la exitosa gastronomía nórdica, ha marcado
tendencia a nivel internacional no sólo por su discurso radical sobre los productos de proximidad (a veces difícil de cumplir con una despensa tan limitada), sino sobre todo por el acierto de una estética y una puesta en escena que han seguido en innumerables restaurantes y que ha contribuido a modernizar el lujo en la alta cocina.
Noma abandona su emblemático emplazamiento en un antiguo almacén de sal rehabilitado, junto a uno de los canales de Copenhague. Lo hace con la idea de reabrir, en el 2018, reubicado en una nave a las afueras del barrio de Christiania, donde contará con un huerto urbano y una granja. Allí, asegura el chef, se rendirá a la estacionalidad de los ingredientes.