La La Moon
Lo que más me ha cautivado del error de la entrega del Oscar a la mejor película es el estado emocional entre el éxito y el fracaso en el que se hallaba el productor de La La Land, Fred Berger, a la hora de emitir su discurso de agradecimiento, cuando en el fondo ya sabía que no lo había ganado. Estaba pronunciando un discurso de perdedor, pero intentando exprimir los segundos de gloria que le había dado el error. Creo que este pequeño momento es altamente interesante a nivel emocional. Será interesante observarlo, porque tendrás al protagonista mutando con emociones contradictorias. Y aquello imprevisible es lo que nos atrapa de una interpretación porque es lo que nos acerca más a la vida misma. La vida es una improvisación permanente, y lo que se busca cuando se interpreta, aunque mayoritariamente seguimos las pautas de un guión, es que parezca una improvisación y que nos pueda sorprender en cualquier momento. Que haya riesgo. Que sea emocionalmente peligroso. Y lo que pasó en la gala, me parece fascinante por eso. Y me parece incluso saludable. No me refiero al error en sí, que ha sido muy incómodo para las personas que lo han sufrido, sino que es saludable porque la vida no se puede controlar, y porque los errores forman parte de la cotidianidad. Y porque ver que la gala que representa el éxito con mayúsculas a ojos de todo el mundo también puede fracasar, la hace más humana. Imagino que los responsables del error de la gala de los Goya de hace unos cuantos años se sienten un poco más acompañados. Recuerdo haber empatizado mucho en aquel momento, porque yo había participado como actriz en la película Los niños salvajes, dirigida por Patricia Ferreira, que fue la víctima del error de la entrega de aquel Goya errático. Los compositores de la mejor canción original disfrutaron poco de la gloria. Fue doloroso. Porque todos queremos ganar cuando te han puesto la miel en la boca. Y porque en aquel caso, era el único Goya que la película se estaba llevando. Pero la dulzura duró poco. Porque también había habido un error en la lectura del veredicto. Sílvia Pérez Cruz, que en aquella ocasión fue la responsable de recoger el Goya en medio de la sensación de incomodidad, me explicaba un día lo difícil que fue expresar su gozo, cuando sabía que ese mismo gozo que ella sentía estaba provocando un dolor en los que acababan de perder por segunda vez.
En el caso de La La Land es muy distinto. Se ha llevado muchos galardones y es ganadora a los ojos del mundo. De hecho, el error hará que estos Oscars sean recordados por eso, y de alguna manera parece que Moonlight y La
La Land estén condenadas a compartirlo. Juanjo Jiménez, director de Timecode, con mucho sentido del humor, comentó que él se esperaba, a ver si también se habían equivocado con los cortos. Yo creo que sí, Juanjo. Pero tanto da, porque ganar has ganado. El fracaso y el éxito son dos caras de la misma moneda. Así que felicidades por haber hecho un corto tan bonito que ha llegado tan lejos.
Los responsables del error de la gala de los Goya de hace unos cuantos años se sienten ahora un poco más acompañados
de tolerancia, convivencia e integración. La trama consiste en un investigación policial en la que Judy, primera conejita en llegar a agente de la ley, tiene que demostrar su valía y trabajar codo a codo con el zorro Nick Wilde, un charlatán, para desentrañar el complot tras la desaparición de una nutria.
La lista de perdedores de los Oscar es larga y cuantiosa, con Lion en primer lugar al llevarse cero de las seis estatuillas a que aspiraba. Claro que La llegada era candidata a ocho y sólo obtuvo una. Tanto Manchester frente al mar como
Hasta el último hombre hubieron que conformarse con dos de seis, y Fences, con una de cuatro posibles. Menos mal que La La Land, con seis premios, quedó lejos de los 14 que se disputaba.