La fortuna de abrazar un premio
Los cineastas nos entregamos a nuestras películas con cuerpo y alma, les damos todo lo que sabemos, las hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos, las mimamos como si fueran hijos. Y llegado el momento las exponemos y nos exponemos, y nuestra película deja de pertenecernos para pasar a ser del mundo.
Yo no había tenido tiempo ni de ponerme nerviosa por el estreno de Estiu 1993 en la Berlinale, estaba absolutamente absorta trabajando en el sonido hasta dos días antes de irnos. De la noche a la mañana abandoné la privacidad de un estudio y la compañía de mis colaboradores para mostrar nuestra película al público. Llegué a Berlín medio satisfecha creyendo que había conseguido transmitir lo que quería, aunque no puedo negar que yo a la película le veo defectos y que hay muchas cosas que ahora, si pudiera volver a rodar, haría diferente. Pero llegó el estreno, y las críticas, y luego los premios, y resulta que ahora mucha gente sabe que Estiu 1993 existe.
Es curioso esto de los premios… Completar esta ópera prima ha sido un viaje apasionante, pero también ha sido duro, muy difícil. ¡Y ahora obtiene una recompensa absoluta! Llevo días reflexionando sobre el gran regalo que la Berlinale ha dado a nuestra película... Supongo, espero, que sea porque tiene algo que llega al espectador de una manera muy íntima.
Aunque también creo que hay algo de suerte, de combinaciones de jurado afortunadas. Y por eso soy consciente de que cuando recibes un premio hay que abrazarlo, celebrarlo y aceptar que lo mereces, porque el trabajo no siempre se ve igual de reconocido.
De hecho, hay grandes películas que merecen grandes premios y no los reciben, así como hay otras que me pregunto por qué no pasan más desapercibidas. ¿Cómo es posible que Isabel Huppert no haya ganado su merecidísimo Oscar por Elle? Cómo puede ser que Toni Erdmann se fuera de Cannes con las manos vacías? Y que ahora le haya vuelto a pasar en los Oscar, porque aun sin haber visto lo último de Asghar Farhadi estoy segura de que estaba disputado.
Si hubiera una fórmula para saber qué gusta y qué no gusta, qué se llevará premios y qué no, hacer cine no sería tan mágico. Si los jurados siempre fueran justos en la opinión de todos, significaría que no están formados por seres humanos con gustos propios y con necesidad de consenso. Así pues, mi conclusión siempre es la misma: como los cineastas nunca podremos saber qué van a provocar nuestras películas, lo mejor es que seamos honestos y que contemos lo que nos mueve, lo que nos preocupa, lo que verdaderamente queremos contar. Cuando esto es valorado por la audiencia e incluso se lleva algún premio, hay que estar muy agradecido. Sobre todo si supone un empujón hacia la siguiente película, porque al fin y al cabo lo que queremos es seguir trabajando y poder hacer nuestro cine.
“Como nunca sabremos qué provocarán nuestras películas, lo mejor es que seamos honestos”