La Vanguardia

El equipo de ‘Timecode’ vuelve a casa sin estatuilla pero con sensación de victoria

- Barcelona S. LLOPART

El cortometra­je, pariente pobre del largo. Un incordio para los cines, que no lo programan, y para los canales de televisión, que tampoco. El corto, sí, olvidado.

Menos cuando ocurre un milagro como Timecode, de Juanjo Giménez, y ese corto alcanza los Oscars. “Con una candidatur­a a estatuilla no tienes que decir nada más. Ser candidato habla por sí solo”, dice. Giménez no ha ganado, aunque estaba entre los favoritos. Pero el objetivo se ha cumplido. Con creces. Timecode, un emotivo corto de 15 minutos, donde la danza es fundamenta­l, ganó en Cannes, ganó en los Gaudí y ganó en los Goya. Y ahora vuelve de los Oscars sin estatuilla pero tampoco con las manos vacías: estar allí es un premio en sí mismo.

“Timecode me ha dado una visibilida­d que hasta ahora no tenía”, decía Giménez poco antes de emprender viaje hacia California, donde ha pasado el último mes de promoción en promoción. La, digamos, mala noticia –el Oscar al mejor corto lo ha ganado Sing (Mindenki), de Kristof Deák– la recibió de buen humor el equipo de Timecode, que no pudo asistir a la ceremonia. La Academia sólo proporcion­ó cuatro entradas para el teatro Dolby de Hollywood.

Un equipo formado por una decena de personas. Gracias a los buenos oficios de un amigo de un amigo, se acuartelar­on ayer en una casa en Hollywood Hills, con la ciudad a sus pies, esperando noticias. Celebrando el momento. La comida y la bebida la ponían ellos, el equipo. La lujosa piscina venía con la mansión, muy Hollywood.

Desde que se hizo pública la candidatur­a de Timecode, Giménez ha vivido en estado de excepción permanente. “Ahora podré volver a trabajar en los futuros proyectos”, afirma aliviado.

Todavía de esmoquin se acercó Giménez a la celebració­n de su candidatur­a, que en ningún momento se convirtió en un velatorio. No estuvo mucho, no. Cuando Giménez volvió al hotel de Hollywood, todavía nadie había saltado a la piscina, ni el equipo ni ninguno de los invitados: buena parte de la colonia cinematogr­áfica catalana que vive instalada en la capital de California. ¿Qué es un corto? “Un medio de expresión en sí mismo”, ha explicado en diversas ocasiones el mismo Giménez. “Es un formato para investigar y explorar”, dice el director. Un acto de amor y sobre todo un acto de fe. Y los cortometra­jistas, cada vez más numerosos, no lo viven como una iniciación hacia el largo. Ha dejado, al menos en Europa, un formato de transición (hacia el largo) para tener su propio espacio: los festivales especializ­ados, en los que Timecode se ha hecho con una cincuenten­a de premios.

Todo un éxito que se complement­a con su presencia en los Oscar. No es la primera vez que ocurre: los cortos españoles han estado varias veces llamando a las puertas del Oscar. Ojalá sea la última vez que se olvida.

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