Kimmel y el expediente Warren
Sin alcanzar la cifra impresionante de Larry King, que ha aparecido en unas cincuenta películas acreditado como himself, Jimmy Kimmel ha prestado su imagen de monarca del late show televisivo en casi veinte series de televisión y, ocasionalmente, en filmes como
Project X o Ted 2. Sus cameos interpretándose a sí mismo imprimen a los productos en que interviene el sello del tiempo, crean reconocimiento en el espectador. No es de extrañar que la popularidad de Kimmel le haya llevado a ser maestro de ceremonias de los Emmy en dos ocasiones y, este año, de los Oscars por primera vez y quién sabe si última, pues esto de presentar la gala dorada parece ser hoy tarea inestable. En épocas lejanas, venerables
entertainers como Bob Hope o Johnny Carson repetían esa función una y otra vez y, más recientemente, Billy Crystal ofició como maestro de ceremonias en ocho ediciones entre 1990 y 2000 y repitió en 2004 y 2012. En las diez últimas entregas, en cambio, diez nombres distintos han ejercido de anfitriones. Está claro que no cuentan con un Jordi Hurtado al otro lado del Atlántico.
Pues bien, Kimmel se reveló un presentador excelente. Discreto en sus formas, austero en gestualidad, lució sin embargo un humor punzante en varios frentes. Precedido del mejor arranque de fiesta posible (Justin Timberlake y su Can’t stop the feeling), Kimmel se extendió en reflexiones jocosas sobre las obras concursantes y lanzó las pullas pertinentes, ensañándose especialmente con Meryl Streep y, en guerra ya conocida por los seguidores de su programa, con Matt Damon. En otro de sus grandes momentos aludió al inquilino de la Casa Blanca vía tuit, pero fue sólo un mendrugo de pan del anunciado gran banquete anti-Trump, poco lucido.
Kimmel, en fin, otorgó un apreciable ritmo interno a una gala que transcurrió por los senderos convencionales, ahí donde cualquier novedad que se ofrezca (los diluvios de golosinas caídos en pequeños paracaídas o la invasión de un grupo de turistas ignorantes de dónde estaban) es siempre bienvenida. Los instantes más emotivos de la ceremonia los monopolizó el pequeño homenaje a Shirley MacLaine, presente en el escenario en compañía de Charlize Theron. Un par de horas más tarde, el hermano de Shirley la douce, Warren Beatty, protagonizaba con Faye Dunaway el (involuntario) minuto de oro por el que los Oscars 2017 serán recordados durante muchos lustros.