La Vanguardia

Traidor y héroe

- Josep Maria Ruiz Simon

El relato de la batalla de las Termópilas tendría un aspecto muy distinto sin la presencia de Efialtes. Puesta en primer plano, la figura del traidor siempre distorsion­a la percepción de los hechos. No sólo invita a pasar por alto los posibles errores en las decisiones tácticas. También ayuda a mantener una imagen amable de los estrategas que han llevado las tropas al desastre. Y ofrece al deseo de condena un único culpable que carga con toda la ignominia. Segurament­e, la principal virtud de los traidores tiene que ver con esta capacidad de acaparar la culpa, que les convierte en una peculiar contrafigu­ra de Cristo, que, según la teología, a pesar de ser inocente, pagó con su sangre los pecados del mundo. Tal vez por esta razón en el mundo de Dante ocupan el lugar del universo más alejado de Dios, el círculo noveno del infierno, el lugar reservado a los pecadores dignos del más gran castigo. Es precisamen­te allí, entre los dientes de Lucifer, donde los lectores de la Divina comedia encuentran, junto a los asesinos de Julio César, a Judas, que vendió a Jesucristo por treinta monedas. El caso de Judas ejemplific­a mejor que ningún otro los efectos ópticos que provoca la presencia de la figura del traidor. Jorge Luis Borges incluyó en Ficciones un cuento, Tres

versiones de Judas, donde fabulando la reseña de dos obras de un autor ficticio, jugaba con los puntos ciegos de la narración evangélica de los hechos de Getsemaní. Para empezar, la superfluid­ad del acto del apóstol. No hacía falta ningún traidor para identifica­r a alguien que predicaba diariament­e y hacía milagros ante la multitud. Pero la traición de Judas era una exigencia del guion de Dios. Respondía al plan que había tramado el mismo que tenía que sufrirla. Y, según la primera versión de la historia, Judas, el mejor de los apóstoles, habría asumido heroicamen­te el papel de traidor en este plan. El lugar que le reserva Dante pone en evidencia que su genial interpreta­ción hizo olvidar que sólo era un actor. Otro cuento de Ficciones lleva precisamen­te el título Tema del traidor y del héroe. La acción transcurre en un país oprimido y tenaz que acaba siendo la Irlanda de 1824. El narrador, Ryan, quiere escribir una biografía de su bisabuelo, el conspirado­r Fergus Kilpatrick, que murió asesinado y que, cien años después, aún es recordado como un héroe. Ryan acaba sabiendo que James Nolan, el más antiguo colaborado­r de Kilpatrick, había ordenado el crimen tras descubrir que el líder patriótico era, en realidad, un traidor. En este contexto, Nolan concibió un extraño proyecto. Como Irlanda idolatraba Kilpatrick, decidió convertir el traidor en un instrument­o de emancipaci­ón de la patria y sugirió que el líder muriera asesinato en circunstan­cias deliberada­mente dramáticas que favorecier­an la revuelta popular. Como había prisa, al planificar la realizació­n del crimen, tuvo que plagiar algunos pasajes de Shakespear­e. Pero el resultado fue el que se buscaba. El traidor, que colaboró voluntaria­mente en la puesta en escena de su asesinato, evitó la fama de Judas y pasó a la historia como un mártir.

El caso de Judas ejemplific­a los efectos ópticos que provoca la figura del traidor

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