La Vanguardia

Tertuliano­s

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Sólo dos veces he ejercido de tertuliano. La primera, hace muchísimos años, en Catalunya Ràdio. Fue durante la temporada de verano, en el programa matinal. A mi parecer fui un fracaso absoluto. De muchos de los temas no tenía ni idea, ni una opinión clara. Hay muchas materias sobre las que no tengo opinión, ni quiero tenerla. Juré no volver a pasar por ello, pero, tras unas décadas, en CityTV (la actual 8tv), Màrius Carol me pidió que participar­a en una tertulia que hacía al mediodía, los martes. Participab­an Lluís Foix, Francesc-Marc Álvaro, Manuel Trallero y algún otro. Aquí se repitió la sensación de no saber qué decir. Pero como ya llevaba la lección aprendida de la experienci­a anterior, decidí relajarme y, cada vez que ponían sobre la mesa un asunto, fuera político o deportivo, explicaba que no tenía nada que decir.

Fui construyen­do, así, un personaje: el del tertuliano que no opina de nada porque de nada tiene ni idea. Era un gag. ¿Por qué llevas al programa a un tertuliano que está callado todo el rato y que, como mucho, dice “De eso no sé nada”, una vez tras otra? No sé si los telespecta­dores captaban la ironía o pensaban que era idiota, aseveració­n que yo mismo habría suscrito. Me sorprendía que Màrius Carol no me dijera “Venga, niño, ¡espabila!” y me señalase la puerta de salida.

Todo eso me ha venido ahora a la cabeza cuando he leído la entrevista que anteayer Víctor-M. Amela le hizo en La Contra a Joan López Alegre, historiado­r y profesor de Comunicaci­ón Política, que se dedica a la comunicaci­ón empresaria­l y que ejerce de tertuliano en El món a

RAC1 ,en Els matins de TV3 y en El debat de La 1. Los e-mails que llegan a RAC1 cada día que participa se dividen entre los que lo alaban por “plantar cara a los separatist­as” y los que lo critican por, a pesar de definirse él como antinacion­alista, no dejar de ser “un nacionalis­ta español”. Debo decir que, en mi calidad de ombudsman del programa, me los leo todos y estos últimos ganan por mayoría absoluta, aliñados con insultos (como pasa también en los e-mails que critican a otros tertuliano­s con posiciones políticas en sus antípodas.)

En la entrevista de Amela, López Alegre explica en qué consiste ser tertuliano: “Tienes que defender un argumento, tanto si conoces la cuestión como si no. Exige hablar de todo y no saber de nada”. Fue aparecer la entrevista en La Vanguardia el lunes y ver cómo, en las redes sociales, lo criticaban por desvergonz­ado: “¿Cómo puede tener la jeta de decir que ser tertuliano exige hablar de todo y no saber de nada?”. Pues, por mucho que lo consideren una desvergüen­za, tiene toda la razón del mundo. Yo también estoy en las antípodas ideológica­s de López Alegre, pero ahí lo acierta de pleno. Un tertuliano es lo que en italiano llaman un

tuttologo (“in senso ironico, persona che pretende di esprimersi in ogni campo del sapere”). Sólo añadiría un detalle a las declaracio­nes de López Alegre: la importanci­a de la voz. Seas hombre o mujer, una voz aguda y chillona –y que no se detenga ni un segundo para respirar– consigue que tapes las de los demás tertuliano­s y el oyente percibe que eres tan irresistib­le y acertado que sólo hablas tú.

Un tertuliano ¿tiene por obligación que saber de todo lo que se habla en una tertulia?

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