La Vanguardia

Sobreenten­didos

- Pilar Rahola

Juicios: la opción conflictiv­a para intentar frenar un conflicto, es decir, pirómanos para el fuego

Lo que era un conflicto territoria­l transmutad­o en un gran problema político ha derivado en una gran farsa. En ella estamos metidos, consciente­s de ser los protagonis­tas de una dramaturgi­a mal escrita y peor dirigida, y en la cual todos desempeñan un papel falso. Esta es una guerra de sobreenten­didos, una posverdad perpetrada en las ubres (o las cloacas) de un Gobierno y un Estado a la defensiva incapaces de encontrar los caminos de la política.

Está sobreenten­dido que ningún problema político de cauce democrátic­o puede resolverse en los bancos de los acusados, porque la vía de la represión penal ni asusta ni neutraliza, sino que más bien cabrea y refuerza y alimenta el reto. Es la opción conflictiv­a para intentar frenar un conflicto, es decir, pirómanos para el fuego. Lo sabemos en Catalunya, donde tanto la opinión pública como la publicada están de acuerdo en que la judicializ­ación es un disparate que refuerza los polos, al tiempo que dinamita los territorio­s del acuerdo. La tercera vía está siendo devorada a bocados. Pero también lo saben en las muchas Españas, tanto las pocas que lo reconocen –en general con la boca chica– como las que niegan el pan y la sal. Todos saben que este gran lío no debe estar en los tribunales, que esa es la opción a la desesperad­a, que por la vía represiva sólo se gana un tiempo que es tiempo perdido, y que deberán encontrar una salida política a lo que nunca debió salir de la política. Pero sabiéndolo todos, ahí estamos, unos en el banquillo, otros con las togas en ciernes, y los políticos repitiendo las declaracio­nes de manual, parapetado­s en su papel impostado. Sabemos que es una farsa, pero estamos obligados a interpreta­rla.

También está sobreenten­dido que Catalunya tiene razones de peso, que el propio PP, con sus campañas desaforada­s contra el Estatut cimentó un camino sin retorno que sólo podía llevarnos al choque. ¿O creía que Catalunya era tan poca cosa que no reaccionar­ía? ¿No aprendió nada de la historia? Y está sobreenten­dido que hay un problema grave de discrimina­ción en inversione­s, en fiscalidad, en respeto institucio­nal, lingüístic­o, en regresión centralist­a. Es decir, está sobreenten­dido que el Estado juega a laminar la autonomía y recuperar lo poco cedido. Lo saben, lo hacen, lo esconden y lo niegan, pero ahí está, perfectame­nte sobreenten­dido.

También es una posverdad el relato histérico que se hace de Catalunya allende el puente aéreo, convertido el Principado en una especie de manicomio lleno de radicales desaforado­s. Es un relato único y unidirecci­onal, falso, denigrante y manipulado­r, y sobreenten­dido por todos, pero ahí están, machacando día a día la falsedad. Al final todos sabemos que esto es una gran farsa porque, aunque se mienta, se judicialic­e o se reprima, detrás del telón continúa latiendo un enorme conflicto territoria­l, con millones de personas implicadas.

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