Sobreentendidos
Juicios: la opción conflictiva para intentar frenar un conflicto, es decir, pirómanos para el fuego
Lo que era un conflicto territorial transmutado en un gran problema político ha derivado en una gran farsa. En ella estamos metidos, conscientes de ser los protagonistas de una dramaturgia mal escrita y peor dirigida, y en la cual todos desempeñan un papel falso. Esta es una guerra de sobreentendidos, una posverdad perpetrada en las ubres (o las cloacas) de un Gobierno y un Estado a la defensiva incapaces de encontrar los caminos de la política.
Está sobreentendido que ningún problema político de cauce democrático puede resolverse en los bancos de los acusados, porque la vía de la represión penal ni asusta ni neutraliza, sino que más bien cabrea y refuerza y alimenta el reto. Es la opción conflictiva para intentar frenar un conflicto, es decir, pirómanos para el fuego. Lo sabemos en Catalunya, donde tanto la opinión pública como la publicada están de acuerdo en que la judicialización es un disparate que refuerza los polos, al tiempo que dinamita los territorios del acuerdo. La tercera vía está siendo devorada a bocados. Pero también lo saben en las muchas Españas, tanto las pocas que lo reconocen –en general con la boca chica– como las que niegan el pan y la sal. Todos saben que este gran lío no debe estar en los tribunales, que esa es la opción a la desesperada, que por la vía represiva sólo se gana un tiempo que es tiempo perdido, y que deberán encontrar una salida política a lo que nunca debió salir de la política. Pero sabiéndolo todos, ahí estamos, unos en el banquillo, otros con las togas en ciernes, y los políticos repitiendo las declaraciones de manual, parapetados en su papel impostado. Sabemos que es una farsa, pero estamos obligados a interpretarla.
También está sobreentendido que Catalunya tiene razones de peso, que el propio PP, con sus campañas desaforadas contra el Estatut cimentó un camino sin retorno que sólo podía llevarnos al choque. ¿O creía que Catalunya era tan poca cosa que no reaccionaría? ¿No aprendió nada de la historia? Y está sobreentendido que hay un problema grave de discriminación en inversiones, en fiscalidad, en respeto institucional, lingüístico, en regresión centralista. Es decir, está sobreentendido que el Estado juega a laminar la autonomía y recuperar lo poco cedido. Lo saben, lo hacen, lo esconden y lo niegan, pero ahí está, perfectamente sobreentendido.
También es una posverdad el relato histérico que se hace de Catalunya allende el puente aéreo, convertido el Principado en una especie de manicomio lleno de radicales desaforados. Es un relato único y unidireccional, falso, denigrante y manipulador, y sobreentendido por todos, pero ahí están, machacando día a día la falsedad. Al final todos sabemos que esto es una gran farsa porque, aunque se mienta, se judicialice o se reprima, detrás del telón continúa latiendo un enorme conflicto territorial, con millones de personas implicadas.