El Inem social
El plan Incorpora facilitó 28.000 trabajos a personas vulnerables en el 2016, el 5% del total de empleo creado
No es su intención, aclaran desde la Obra Social La Caixa, pero la realidad es que el proyecto Incorpora que pusieron en marcha hace diez años se ha convertido en una verdadera oficina de empleo para las personas especialmente vulnerables, con dificultades para encontrar un trabajo, como es el caso de los parados de larga duración, víctimas de violencia de género, mayores, personas con alguna discapacidad o reclusos. Las cifras así lo indican. En los primeros diez años de trayectoria, este programa de inserción laboral ha facilitado un empleo a casi 138.000 personas, coincidiendo con unos años en los que encontrar trabajo era una labor imposible para cualquier ciudadano. Y el año pasado, el número de contratos ascendieron a 28.010, es decir, más de un 5% del total de los empleos generados en España, el 70% para personas en situación o riesgo de exclusión social y el resto, para quienes tienen una discapacidad. Tal ha sido su eficacia, que Europa ha decidido apoyar el programa hasta el 2020 mediante Fondos Sociales, que se suman a los 28 millones de euros que anualmente invierte la Obra Social en el programa.
¿Cuál es la clave del éxito? Marc Simón, director del área social de la fundación, señala que el programa se sustenta en las entidades sociales que están a pie de calle con los más vulnerables en sus barrios. Actualmente, 382 oenegés trabajan en el programa, a las que se sumarán en breve otras 70, gracias al apoyo de Bruselas. Estas entidades no sólo recogen las demandas de empleo si no que asesoran, reconducen perfiles, favorecen la formación (hay más de 150 puntos formativos) y contactan con empresarios. En estos diez años, casi 42.000 empresas. “El acompañamiento de los técnicos de inserción es fundamental, por la confianza que dan tanto al empresario como a la persona que busca trabajo”, explica Simón.
Entre los 756 técnicos que actualmente trabajan en este programa se encuentra Tais Rodríguez, de la Fundación Senara, con 10 empleados que trabajan en el barrio de Moratalaz (Madrid). Hasta allí se acercan cada día decenas de mayores en paro, jóvenes sin formación ni experiencia laboral, inmigrantes... Se analizan sus capacidades, se les da formación y se adecúa el perfil laboral a las ofertas de trabajo del barrio. Es el caso del bar Batus, propiedad de Inmaculada Garrote, que ofreció unas prácticas al joven Daniel Vidal y finalmente contratado. Ahora, reduce su trabajo a los fines de semana mientras estudia un curso de electromecánica. “Así, puedo ayudar a mi madre, hacerme cargo de mis gastos y, sobre todo, mirar el futuro con ilusión. Sé que si me formo tengo más posibilidades de encontrar trabajo, tengo confianza en mí”.