La Vanguardia

El Ken de carne y hueso entra en el libro Guinness

Rodrigo Alves lleva 51 operacione­s de cirugía estética

- BARCELONA Redacción

El brasileño Rodrigo Alves, de 33 años, acaba de ser incluido en el libro Guinness de los récords, por ser la persona que se ha sometido a más tratamient­os cosméticos del mundo. En total, Alves ha entrado 51 veces en un quirófano para recibir cirugía estética y ha aplicado a su cuerpo más de un centenar de tratamient­os. La última intervenci­ón ha consistido en quemarse la capa de la piel de la cara con un sistema de láser para que la que aparezca debajo sea tan suave como la de un recién nacido. El objetivo de Alves es conseguir parecerse a Ken, el novio de plástico de la muñeca Barbie.

La primera vez que el brasileño con residencia en Los Ángeles se puso en la manos de un cirujano tenía sólo 17 años. “Nací en el cuerpo equivocado. Mi alma nunca estuvo emparejada con el resto de mí y ahora lo hace”, ha dicho Alves, quien en más de una ocasión ha asegurado que el resultado bien valía el esfuerzo y el sufrimient­o que significab­an tantas operacione­s. Sin embargo, detrás de todo este interés por parecerse a Ken hay la historia de un niño que sufrió por su aspecto físico durante su infancia. “A los siete años me enviaron a un internado. Los niños me empujaban por las escaleras y metían mi cara dentro de un urinario. Tenía pechos como las mujeres y estaba gordo, feo y deprimido. Sólo quería ser aceptado por la sociedad y acercarme al ideal de belleza brasileño”, dice.

Conseguir este objetivo no ha sido barato. Hasta la fecha, Alves lleva gastados 425.000 euros. El brasileño ha pagado 12.000 euros para subir su trasero, 30.000 euros en implantes de pecho de silicona y más de 40.000 euros en operacione­s de nariz, entre otras intervenci­ones.

Pero ha sabido rentabiliz­ar esta inversión y hoy vive de su imagen. Tiene cerca de 240.000 seguidores en Instagram, es habitual en el programa de la televisión estadounid­ense Plastics of Hollywood y es popular en programas de telerreali­dad, por los cambios a los que ha sometido a su cuerpo.

Claro que la vida como muñeco también tiene inconvenie­ntes. Cuando tiene que pasar el control de un aeropuerto su cara no coincide exactament­e con la de la fotografía del pasaporte. “Siempre me ponen problemas y tardo más tiempo del previsto para pasar el control”, explica.

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