La Vanguardia

“La novela me permite salir de la trinchera”

Pilar Rahola, columnista y escritora

- JOSEP MASSOT Barcelona

Pilar Rahola sigue sumando piezas a su puzle de la historia de Catalunya. En El carrer de

l’Embut abarcó de los años veinte hasta 1937. En Mariona (La Magrana) fueron las revueltas contra las quintas del XIX y ahora

Rosa de Cendra (Columna) llega hasta la Setmana Tràgica. La autora aprovecha el poco tiempo que le dejan sus múltiples actividade­s públicas para hilar informacio­nes de hemeroteca mediante una leve trama de ficción.

“A mí –dice Pilar Rahola– me gusta la materia histórica como materia literaria y hacer un esfuerzo muy plástico para coger al lector y hacerlo pasear por el siglo que has escogido, transporta­rlo a aquella época. También me gusta ver cómo reaccionan los seres humanos ante situacione­s extremas, cómo afronta sus miedos, sus desconcier­tos, sus lealtades, cómo le sale la vena heroica o la de verdugo, la derrota o la victoria”.

Tiene dos discursos paralelos, la hemeroteca y la ficción.

No quiero contar la Setmana Tràgica, sino explicar las pulsiones emotivas ante un hecho histórico, que en la misma familia haya un hijo que sigue a Ferrer Guàrdia, otro que prefiere la represión para mantener el orden y una muchacha que da una mirada femenina, aun no estructura­da como relato político, pero que empieza a formarse entonces. No tomo partido por ninguno de los personajes. Todos tienen grandezas y miserias. En la Setmana Tràgica todos tuvieron una actuación vergonzosa.

La Lliga nace con el cierre de cajas, pero después son los mismos que antes que la patria prefieren el orden. En 1909 Cambó ya ha hecho un cambio. Cambó sería Unió Democràtic­a. Prat de la Riba, Puigdemont y Mas. Rovira i Virgili, Junqueras. Quienes defienden capitanía general y la represión, Millo. Lerroux sería Rivera. Salvando, por supuesto, todas las distancias. Me ha sorprendid­o ver cuán parecidas son las contradicc­iones que había en Solidarita­t Catalana a las de Junts pel Sí. Pero repito, es una novela donde nadie es blanco o negro, héroe o verdugo. La literatura me permite lo que no puedes hacer en las trincheras de la opinión: ver todos los matices.

En estas páginas hemos contado cómo funciona el sistema de premios. ¿Cuál fue su experienci­a?

Le puedo decir que en el jurado del Ramon Llull creían que era un hombre. Gemma Lienas me contó su sorpresa cuando abrió la plica y leyó mi nombre.

¿Le prometiero­n el premio?

Cuando decidí volver a la literatura empecé picando piedra con las dos primeras novelas. Ni siquiera las presenté por Sant Jordi. Sufrí mucho escribiénd­olas, pero esta tercera ha sido la primera en la que he disfrutado desde el primer día hasta el último. Pensé que merecía un

premio, eso te da tacones, es como ponerse un vestido de gala.

¿Le fueron a buscar?

Fue mutuo. Yo quería presentarm­e para contrastar mi novela con un jurado y Planeta tenía interés en mí. Hay leyendas urbanas que tienen recorrido, pero que no son ciertas. Me presenté al premio, el jurado no sabía quién era y lo he ganado. Claro que no sé qué otros manuscrito­s leyó el jurado. Quien hablará ahora será la novela, gustará o no gustará.

Cuando empezó en Pòrtic, ¿tenía la misma visión de lo que es la literatura de ahora? Estudié filología, trabajaba en una editorial, hice el programa Trossos, con Villatoro y me fui yendo hacia el periodismo y después al periodismo político. Ahora sé que he vuelto a la literatura para siempre.

¿Qué hace una independen­tista como usted en una editorial como esta? Nunca me he planteado en términos políticos mis relaciones empresaria­les. Ni Planeta me pregunta qué escribo ni yo a Planeta lo que hay que escribir. Y si Catalunya es independie­nte, Planeta seguirá en Barcelona. Y si se va, pues ya veremos. Yo no tengo la culpa de que editoriale­s catalanas de largo recorrido se hayan diluido. Planeta me ofrece difundir mi novela en castellano, catalán y francés, y eso es lo que busca cualquier escritor, llegar al mayor número de lectores.

¿Me permite acabar con una broma? Ay Dios mío.

Un poco de humor. A ver.

Con la frase “metió la polla española en su boca catalana”, ¿ha inventado el nacional-sexualismo? Ja, ja. ¿Le dejarán publicar esta palabra en La Vanguardia? Pensé en qué expresión agria podría decirse en una comisaría de policía en un momento como aquel. No pensé en connotacio­nes nacionalis­tas.

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ÀLEX GARCIA Pilar Rahola, ayer en Barcelona, en su faceta de escritora

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