Agricultores y distribución
La reciente Marxa Pagesa con final en Barcelona pretendía poner de relieve que el precio que paga el consumidor por los alimentos no se corresponde con lo que cobran los payeses. Se asignaba el hecho a una falta de equidad por parte de la cadena de distribución, a la vez que se reclamaban precios remuneradores para los agricultores. No puedo estar más de acuerdo. En producto fresco es casi una constante histórica que agricultores y ganaderos echen la culpa de sus males a mayoristas y minoristas porque multiplican en exceso el precio que se paga al payés.
Vamos al problema de base. La distribución es una actividad que tiene la capacidad de trasladar su valor añadido hacia el consumo a partir del precio de compra del producto agrario. Como puede repercutir hacia delante sus costes, raramente pierde. Si gana demasiado o demasiado poco es otra cosa, pero para eso ya está la competencia. En cambio, el payés empieza por añadir valor al producto; después, en función de la escasez o la abundancia, el mercado establece el precio. Demasiado a menudo este no cubre los costes de producción y resultan precios por hora trabajada indignos. Cuando eso se repite, el empobrecimiento está servido: cae la renta agraria individual, se renuncia al oficio, se abandonan las tierras, se despuebla el campo, etcétera.
Así pues, a diferencia de la distribución, que suma al coste de compra de la alcachofa su valor añadido, el productor de la alcachofa añade valor y, después, en función del mercado, conoce qué precio se reconoce a su contribución. El problema de unos precios dignos para el payés no tiene una solución fácil, pero hay que actuar porque nos jugamos demasiado, no sólo por una cuestión de dignidad, sino también por una cuestión de gestión del territorio.
Una posibilidad clásica es retirar producto del mercado en caso de exceso de oferta para asegurar precios mínimos; otra es complementar las rentas del payés. Son soluciones muy defensivas. Mucho más interesantes son las sugerencias que hacía hace unos días en este diario Enric Llarch sobre la integración producción-distribución, que cuenta con ejemplos de éxito en Catalunya, como forma de retener márgenes de distribución para los agricultores.
No obstante, hay otra posibilidad más simple que entroncaría producción y distribución sin necesidad de integrarse: que la distribución dé prioridad a los productos de proximidad. Algunos supermercados catalanes lo hacen. Es una forma de ser socialmente responsable (reconoces el trabajo de tus conciudadanos) y una forma de minimizar la huella ecológica de productos que viajan miles de kilómetros. Si esta práctica de la distribución se reforzara con una apuesta por el producto ecológico por parte de los payeses, el contenido ecológico del producto se duplicaría. Y, por cierto, no estaría de más una reflexión (y mucha acción) por parte de la Generalitat con respecto al modelo agrario que se quiere para el futuro.
Una forma de garantizar la renta agraria sería que la distribución dé prioridad a los productos de proximidad