Jean-Pierre Dardenne
DIRECTOR DE CINE
Jean-Pierre y Luc Dardenne, dos hermanos unidos por el cine hasta el punto de convertirse en un solo director –han ganado dos Palmas de Oro en Cannes–, presentaron ayer el completo ciclo que la Filmoteca dedica a su obra.
Ríete de Tarantino, de su capacidad para escandalizar y de su voluntad de trasgresión. Lo suyo resulta un juego de niños comparado con el salvajismo inesperado, de orden ético y moral, sin embargo, nada epidérmico, del cine de los hermanos Dardenne. Dos Palmas de Oro en Cannes avalan su trayectoria. Es el suyo un cine violento, con una violencia más ética que física, en realidad. De profundas raíces europeas.
Ayer por la tarde Jean-Pierre y Luc Dardenne, lo mejor que ha dado Bélgica desde Jacques Brel, estuvieron en la Filmoteca de Catalunya para presentar una retrospectiva de su trayectoria. Diecisiete títulos, incluida La chica desconocida, su último filme, que arranca con sus primeros documentales. “Nuestra obra tiene una implicación moral ineludible. Pero no es algo abstracto. Surge de los personajes”, dicen los dos hermanos, que se consideran como un solo director “con dos cabezas y cuatro manos”.
Efectivamente, son las suyas historias de arrabal castigado por la pobreza y a veces por el crimen, que acarrean dilemas éticos y morales.
La chica desconocida, que este viernes se estrena comercialmente, es una buena muestra. El filme afronta el drama de una joven doctora corroída por la culpa, tras haber negado ayuda a una mujer que ha llamado a su puerta por la noche. A la mañana siguiente, la joven médico se entera de que la mujer, negra, inmigrante, ha sido asesinada. A partir de ese momento la culpa se convierte en obsesión: quiere descubrir la identidad de la mujer para enterrarla como es debido, y esa investigación tiene el innegable aire de un thriller. “El miedo y la culpa cambian a la gente”, afirman.
Los Dardenne se iniciaron en el documental a finales de los setenta. Una década después debutaron en el cine de ficción con Falch –en la Filmoteca, el próximo domingo 5 de marzo–, su primer largo de ficción. Un filme rompedor, sobre un superviviente del Holocausto.
Pero quizá fue Rosseta (1999), el filme que cimentó su peculiar estilo, tan imitado después. De una rara energía entonces, y que ahora continúa más depurado. Con la imagen siempre en movimiento, como sus personajes. Con una cámara pegada a ellos que buscaba tanto o más el cogote –generalmente más– que el rostro. Rosseta, la historia de una joven de 17 años sin empleo que sobrevive en los límites de la marginalidad. Una tragedia europea que les valió a los Dardenne su primera Palma de Oro en Cannes, y de paso un plan social de choque en Bélgica para acabar con situaciones semejantes. Luego llegaría La promesa (1996), con el tráfico de personas de fondo, El hijo (2002), donde el padre de una víctima confraterniza, no sin consecuencias, con el asesino de su hijo, o El niño (2005), su segunda Palma, donde unos padres se plantean la venta de su vástago. Sin olvidar Dos días, una noche (2014), con la nominación al Oscar para Marion Cotillard, su protagonista.
Temas salvajes donde los haya. Enraizados, en su triste realidad, que es el Viejo Continente. A su manera los Dardenne se han convertido en la conciencia de Europa.
“Nuestra obra tiene una implicación moral ineludible que surge de los mismos personajes”, dicen