EE.UU. vuelve a confiar en Trump tras su discurso en el Capitolio
Tres de cada cuatro estadounidenses aplauden el proyecto “optimista” del presidente
Donald Trump apenas dijo nada nuevo en su primer discurso en el Capitolio, pero lo dijo con otro tono y dibujando un horizonte optimista que ha marcado una inflexión en su trayectoria como presidente. En apenas 24 horas, los estadounidenses han pasado de lamentar la sensación de caos que trasladaba la nueva Administración a recuperar la confianza en su presidente y en un programa político que, sin concretar nada, les permite “volver a soñar con algo grande”.
Hay que esperar a ver cuánto dura este momentum porque Donald Trump es como es, pero ayer cotizaban a la baja en la bolsa política de Washington las teorías que prevén la caída del presidente antes de hora. El optimismo se convirtió en euforia en el mercado financiero de Nueva York con subidas abrup- tas que marcaban récords históricos. Con “el mejor discurso de su vida”, como han coincidido en describirlo la mayoría de analistas, Donald Trump recuperó buena parte de la credibilidad perdida y reafirmó un liderazgo que hoy por hoy no tiene alternativa en el Partido Republicano ni en el conjunto del país. Cuando el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, advertía ayer que lo importante de Trump no es lo que dice, sino lo que hace, estaba reconociendo tácitamente que el presidente había articulado un buen discurso.
Dos sondeos certificaban la buena acogida de la intervención del presidente incluso entre el electorado demócrata. La encuesta de la CBS registraba que un 76% de los que prestaron atención al discurso aprobaban al presidente y el 82% aplaudió el tono “presidencial” adoptado por Trump. El 71% de los republicanos y hasta el 36% de los demócratas destacaron el carácter “unificador” del discurso. En el sondeo de la CNN, el 57% consideraba “muy positivo” el mensaje del presidente. Probablemente lo más significativo sea que el 61% de los encuestados por la CBS y el 70% de los de la CNN se sienten ahora “más optimistas” respecto a lo que puede conseguir la nueva Administración. Las principales referencias de la agenda Trump –lucha
contra la inmigración ilegal, inversión en infraestructuras y estímulos a la economía– reciben apoyos muy holgados, del orden del 70%. El desmantelamiento del Obamacare lo apoya el 60%. Con estos datos y con los analistas reconociendo casi por primera vez el éxito del presidente, Donald Trump moderó sus ímpetus matutinos y su primer tuit fue tan sencillo como elocuente pero con mayúsculas: “GRACIAS”. Y para evitar volver a la controversia que habría amargado la fiesta, el presidente decidió dejar para otro día la firma que estaba prevista para ayer de la nueva orden ejecutiva con la que pretende sostener y no enmendar su empeño de prohibir la entrada a Estados Unidos de refugiados y determinados viajeros musulmanes. Será la versión reescrita del decreto que suspendieron los tribunales y que corrige errores de bulto. Los titulares de la green card, que otorga el permiso de trabajo, y los que tienen visado en regla podrán entrar. También los iraquíes, a los que ahora ya no se considerará sospechosos, y se evitará que de la redacción del decreto pueda interpretarse una discriminación a los musulmanes respecto de los cristianos. Obviamente si Trump firmaba ayer la segunda versión de su decreto más controvertido el tema del día no habría sido lo bien que le había salido el discurso.
Tiene su enjundia que sólo un cambio de tono del presidente transforme tan rápidamente el clima político. Probablemente haya contribuido a ello un deseo latente muy extendido y transversal de superar la fase de crispación en que se ha instalado la política estadounidense desde hace varios años y que la irrupción de Trump en la política no ha hecho más que aumentar.
Porque, a fin de cuentas, Donald Trump, apostó por la unidad del Congreso en torno a su proyecto político pero sin ceder ni un milímetro en sus posiciones ni en sus propuestas más agresivas. Al principio y al final hubo arenga patriótica: “Un nuevo orgullo nacional se extiende por toda la nación. Y una nueva oleada de optimismo está poniendo sueños imposibles firmemente a nuestro alcance. Es la renovación del espíritu americano”. Y luego reiteró por enésima vez su agenda antiglobalización, sin aclarar cómo va hacer para acabar con la inmigración ilegal, reconstruir las infraestructuras del país, rearmar al ejército y bajar drásticamente los impuestos, además de, por supuesto, desmantelar el Obamacare.
Había expectación en la cuestión migratoria porque antes del acto en el Capitolio trascendió que en un encuentro off the record con periodistas de televisión Trump se mostró dispuesto a legalizar la situación de millones de inmigrantes indocumentados que no hayan cometido delitos graves. “Es el momento adecuado para un proyecto de ley de inmigración, siempre y cuando haya un compromiso por ambas partes”. Significaba un giro de 180º respecto a todo lo que había dicho y hecho Trump antes y después de tomar posesión. En el Congreso dejó claro que “la reforma migratoria real y positiva es posible siempre y cuando sirva para mejorar los salarios de los estadounidenses, fortalecer la seguridad de nuestra nación y restablecer el respeto a nuestras leyes”.
WALL STREET El optimismo del presidente provoca euforia en la bolsa con subidas récord TÁCTICA COMUNICATIVA Aplazada la firma del nuevo decreto migratorio para no amargar la fiesta