La semana que viene será más divertida
Jordi Montull y su promesa de decirlo todo el próximo miércoles acapara la atención en el primer día del juicio del Palau
Jordi Montull es una mina para los periodistas y ayer en la primera sesión del juicio no decepcionó a nadie. Vacía el buche cada vez que tiene oportunidad y se expresa con la misma desenvoltura con que cargaba facturas personales al Palau de la Música. Él fue el autor de una de las grandes frases que deja este largo procedimiento judicial. “Yo no he matado a Kennedy”, una expresión que Montull pronunció con un punto de indignación a la salida de una declaración judicial después de que fiscal lo sometiera a un duro interrogatorio. “Este fiscal quiere que digamos lo que ellos quieren oír”, remachó entonces. Otro hit fue aquel de “me han dejado las paredes blancas”, pronunciada por Fèlix Millet después de que la policía le requisara las obras de arte para cubrir parte del dinero del saqueo. Ayer, Montull justo cuando abandonaba la sala después de cinco horas de sesión llenas de tecnicismos jurídicos, se sinceró con un pequeño grupo de periodistas: “Esto de hoy es muy aburrido, la semana que viene será más divertido”. La advertencia la lanzó con una media sonrisa sabedora de que la semana que viene tendrá todos los ojos puestos en él por si decide dejar al descubierto las comisiones ilegales en CDC en el último intento por evitar que su hija acabe en la prisión. El ex director administrativo de la entidad abandonó el juicio con ese aire simpático, despreocupado que lo ha caracterizado durante toda la instrucción. Andaba medio cojo y dada su lentitud motora optó por marcharse sin esperar a su abogado. La primera sesión del juicio tuvo un cierto aire decadente. La dilación del procedimiento judicial ha dejado cicatrices en todos los acusados. Fèlix Millet es quien más acusa esta circunstancia. Llegó a la Ciutat de la Justícia en silla de ruedas, una silla que empujaba uno de sus asistentes, diferente del que lo había acompañado en sus últimas apariciones públicas. David, su cuidador, también se recupera de una operación de espalda. Como decíamos, todo el mundo ha envejecido.
El expresidente del Palau de la Música atravesó la nube de cámaras que lo esperaban sin mover ni un músculo, con la cara marchita. Durante la sesión, Millet como principal acusado se sentó en el lugar más próximo al tribunal. Se levantó de la silla en un ejercicio titánico y consiguió aterrizar en la butaca. Tantos años esperando a ver a los saqueadores confesos en el banquillo de los acusados y finalmente no había banco. Los acusados, igual que el resto del público, se sentaron en las butacas de color rojo del auditorio de la Ciutat de la Justícia donde se celebra el macrojuicio. Eran dieciséis los sitios habilitados para los procesados, pero ayer se coló uno nuevo con quien nadie contaba: el asistente de Millet. El joven se sentó entre los acusados, en un gesto poco habitual, detrás del expresidente del Palau por si en algún momento tenía que acompañarlo al lavabo, como sucedió un par de veces.
A la salida, los periodistas volvieron a insistir.
–¿Cómo se encuentra, señor Millet? –Aquí, en una silla de ruedas. Los periodistas se quedaron parados, sin saber si Millet se había confundido y había respondido el lugar donde se encontraba en lugar de cómo estaba. La otra posibilidad para entender la respuesta era que él mismo considerara que el hecho de estar en una silla de ruedas ya era indicativo de su estado de salud. En cualquier caso, el expresidente siguió la sesión petrificado. Ni un gesto, ni un intercambio de palabras con su socio en el Palau. Y eso que la ocasión se prestaba a comentar la jugada. Las cuestiones previas con que se inician los juicios son el trámite más pesado. Los abogados realizan unas exposiciones cargadas de vocabulario técnico. Y eso todavía puede ser más difícil de seguir si falla la megafonía. Las interrupciones y los cortes de los alegatos fueron una constante. El discurso florido del prestigioso abogado Cristóbal Martell quedaba entrecortado por el fallo de las comunicaciones. La juez tuvo que interceder en más de una ocasión para pedir al ponente en cuestión que usara el micrófono de su compañero de la izquierda, y si volvía a fallar, pues el del de la derecha. En otros casos el problema no era micrófono, sino que la destreza de algunos letrados a la hora de utilizar el vocabulario jurisprudencial se inversamente proporcional a su capacidad para no pulsar el botón de encender y apagar el micrófono. Sin embargo, si atendemos a la recomendación de Montull, todo apunta que la semana que viene será bastante más divertido.
LAS ÚNICAS PALABRAS – ¿Cómo se encuentra, señor Millet? –Aquí, en una silla de ruedas FRIALDAD Millet y Montull no intercambiaron ninguna palabra en las cinco horas de juicio