La Vanguardia

Las lentejas

- Fernando Ónega

El martes por la tarde volvió a pasearse por España el fantasma de la inestabili­dad. El fantasma de la inestabili­dad y el adelanto de elecciones. Y no fue cuando Francesc Homs terminó su declaració­n en el Supremo. Fue cuando a Albert Rivera se le puso cara de reina ofendida por el incumplimi­ento de su pacto con el Partido Popular y lanzó la amenaza de “mayoría alternativ­a”, término que se hizo tan famoso como estéril durante el año del gobierno en funciones. Los 32 diputados de Ciudadanos no dan para muchos experiment­os alternativ­os, pero son bastantes para sobresalta­r al PP. Rajoy no tardará muchas semanas en volver a invitar a Rivera a cenar. Es más asequible que Puigdemont.

Pero lo que más me interesó de esa pelea matrimonia­l no es la salud del pacto, sino cómo y por qué se firmó. Lo explicó Fernando Martínez-Maíllo, con esa sinceridad castellana que Dios le ha dado: el pacto se hizo en las condicione­s que se hizo porque “eran lentejas”. Ya sabéis: o las tomas o las dejas. Quiere decirse que ese acuerdo, básico para que Rajoy fuese investido presidente, se firmó prácticame­nte sin leer. Ciudadanos escribió las 150 condicione­s, y el PP las aceptó con los ojos cerrados. Lo que importaba era la presidenci­a, era una verdad a medias eso de que no se quería a “cualquier precio” y de lo escrito en el papel “ya hablaremos” o “ya iremos viendo”, que es muy de Pontevedra. Estoy por asegurar que si un fallo informátic­o hubiera colado en el documento el referéndum de Catalunya también se habría aceptado.

La prioridad era quedarse en la Moncloa y, desde luego, no permitir que una panda de rojos y populistas se hicieran con el poder. Esa era la filosofía de las lentejas: para uno que se prestaba a romper la soledad del PP y evitar la vergüenza de unas terceras elecciones con tan inciertos resultados, la frase del momento pudo haber sido perfectame­nte: “Albert, dime dónde hay que firmar”.

Y pasó lo que pasó: que en el documento figuraba la limitación de mandatos, cuando a don Mariano Rajoy ni se le había ocurrido la idea de repetir. Lo urgente era permanecer. Ahora el señor presidente empieza a acariciar la idea de la eternidad y no será él quien ceda a un pequeño partido la gloria de ponerle límites. Ocurrió también que se escribió lo de los aforados y ahí sí que hay inconvenie­ntes legales, incluso constituci­onales. Pero se descubren cuatro meses después: antes no se habían leído.

Quede esta pequeña historia como ejemplo de cómo se logran grandes acuerdos que se presentan a la sociedad como su salvación. Y son las lentejas. Las lentejas, como motor de la historia. Todo consiste en que las lentejas se cocinen en el momento adecuado, que suele ser el momento de máxima necesidad de una de las partes. El arte del cocinero consiste en prepararla­s de forma que parezcan fruto de un gran diálogo, de un gran sentido del Estado y, por supuesto, de una gran generosida­d.

La prioridad era quedarse en la Moncloa y no permitir que una panda de populistas y rojos se hicieran con el poder

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