Rezad por Sant Antoni
El Ayuntamiento de Barcelona ha dictado una moratoria de un año para decidir un nuevo plan de usos para el barrio de Sant Antoni. Desde el lunes ya no otorgan licencias para abrir nuevos bares, restaurantes, horchaterías, tiendas alimentarias con degustación o de comida preparada, ni de música, de audiovisuales o de souvenirs. Como detallaba el martes Luis Benvenuty, el veto a estas actividades se aplica en una veintena de manzanas comprendidas entre las calles Sepúlveda, Calàbria, Casanova, Marquès de Campo Sagrado, la ronda de Sant Antoni, la de Sant Pau y la avenida del Paral·lel. Aparte de eso, quiere regular por ley el precio de los alquileres de los pisos, que ha crecido de manera tan desmesurada que muchos vecinos tienen que marcharse porque no pueden pagarlos. Cuando los abandonan, la mayoría se convierten de manera inmediata en apartamentos –legales o ilegales– para turistas. Por todas partes hay papeles pegados en las paredes, las farolas y los portales, en los que se lee: “Compro piso en esta zona. No importa estado. Pago al contado”. Yo, que vivo en Sant Antoni, no pasa semana sin que llame a la puerta un pipiolo de una inmobiliaria a ver si estoy interesado en vender mi piso.
La veintena de manzanas donde, de momento, no se concederán nuevas licencias me parecen pocas. ¿Por qué no haber incluido todas las del barrio? Claro está que estas veinte son las más afectadas, porque son las más cercanas al mercado, que según dicen finalmente se reabrirá a finales de año (me gustará verlo, porque esta promesa se ha aplazado una y otra vez). Pero es que el resto del barrio está en una situación parecida. La concejal de Comercio y Mercados dice: “Queremos que, cuando abra el mercado, el comercio de proximidad tenga las mismas oportunidades”. ¿“Comercio de proximidad”? ¿Es que queda mucho? En los cerca de veinticinco años que llevo viviendo en el barrio he visto cómo cerraban mercerías, pollerías, carnicerías, zapaterías, tiendas de ropa, panaderías... Siempre para ver como al cabo de un tiempo la persiana se volvía a levantar con un negocio nuevo, destinado a los guiris, cada vez más abundantes. El lunes, Magí Camps explicaba en su columna la pintada que, en la calle Parlament, junto a la ronda Sant Pau, alguien ha hecho. Imita la placa con el nombre de la calle y se lee: “Antic carrer Parlament / Ara, carrer del Hípster”. En una nota de prensa, el Ayuntamiento dice que quiere “garantizar el equilibrio de usos, preservar el descanso de los vecinos y evitar que, ahora que el mercado afronta la recta final de su remodelación, proliferen de manera descontrolada las actividades vinculadas al monocultivo de servicios, ocio y artículos de regalo o recuerdos”. Como en el resto de la ciudad, han sido demasiadas décadas de ayuntamientos de diversos colores políticos que no han hecho nada para detener la degradación. ¿Ahora lo conseguirán? A buenas horas mangas verdes.
Han sido muchas décadas de ayuntamientos de diversos colores que nada han hecho para detener la degradación