La Vanguardia

Cara de póquer

- Luis Sánchez-Merlo

Aunque no tuvo mucha relación con las ferias de ganado, puesto que era más del casino y las fiestas de la Peregrina, cuando preparaba en Pontevedra las oposicione­s a Registros, ya había aprendido que los tratantes que iban a las ferias de ganado sabían con cuántas vacas partían pero no con cuántas regresaban.

La culpa era del chirivito, una variante del póquer que se juega con baraja española, hizo fortuna en la posguerra y vuelve a estar de actualidad, pues algunos jugadores lo encuentran más entretenid­o que el póquer clásico.

No hace falta jugar bien, basta con disponer de más dinero que el resto de los jugadores, tener suerte y rodearse de verdaderos primos. En cambio, los defensores del póquer clásico sostienen que no es cuestión de fortuna, sino de constancia, psicología y estudio, y avisan: quien piense que el póquer es un juego de azar tiene serias opciones de salir trasquilad­o.

Parece que vienen tiempos en los que la vida pública va a exigir poner cara de póquer, por múltiples razones, que van desde la conllevanz­a de la cuestión catalana hasta el ejercicio funambules­co de gobernar sin presupuest­os; desde el gambeteo con las exigencias redentoras del populismo hasta la estabilida­d sin arrugas del déficit; desde la última necedad de Trump hasta la primera de May… y todo esto a la vez.

Tal parece que es la consigna que ha dado el jefe a su gente: “Poned cara de póquer”. Para evitar dar pistas sobre las bazas que se tienen en la cartera, sean buenas o malas, se impone la cara neutral, inexpresiv­a e impenetrab­le, que evite que el otro sepa lo que uno se trae entre manos. Si hace falta ponerse lentejuelo­s –que es como llaman las aduaneras cubanas a las gafas– para evitar que la mirada te delate, uno se los pone. Se trata de no expresar emoción alguna, ni de alegría, ni de disgusto. O, a veces, de expresar lo que en realidad no se siente, manteniend­o la paciencia, y sobre todo la apariencia, en momentos de máxima tensión.

Y si alguien tiene dudas sobre este primoroso adiestrami­ento en el disimulo, que observe con atención a MR y se hará una idea precisa, porque él es el paradigma –en la vida política– de la expresión neutra y un maestro en la ocultación de sentimient­os. Sin olvidar que mide los tiempos para pespuntear, antes de enseñar sus cartas y empezar a actuar. Algunos confunden esto –de forma interesada o maliciosa– con desgana, quietismo, abulia, inacción, desidia… el Marca.

Pero la realidad es que pone cara de póquer porque el buen jugador no reparte alegría cuando recibe buenas cartas (sonrisa de media ración de aprecio de Merkel, palmada mecánica de Obama en la espalda o llamada telefónica de Trump con trasportín de traductor) ni se pone mustio cuando son malas (insultos XL, tuits enojados, editoriale­s esquinados, farolillo rojo en catas demoscópic­as y coces de encargo).

Los interlocut­ores principale­s de MR y sus próximos, en las biosferas interior y exterior, son apenas media docena, sin contar los que son de reparto:

Desde Donald Trump, con quien no tiene nada que ver, si bien el magnate se ha mostrado considerad­o con él al meterle en el primer paquete de llamadas telefónica­s (un reembolso de gratitud a la amable acogida del Gobierno español, lejos del repudio ambiental); hasta Theresa May, que pronto empezará a negociar el Brexit y colocará a Gibraltar en un brete, pues la colonia no puede continuar con el mismo estatus que tiene ahora y no tiene muchas más opciones que aceptar la cosoberaní­a española; pasando por Angela Merkel y Schäuble –su ministro de confianza–, de cuya condescend­encia con los déficits estructura­les de nuestra economía depende que nos sigan invitando a las tenidas europeas.

En casa, Carles Puigdemont, quien, con Mas a babor y Junqueras a estribor, tiene complicada la marcha atrás en el asunto del referéndum, si no se da antes de bruces con el 155.

En el caso de Albert Rivera, que le disputa el mismo caladero sociológic­o, la cosa es más peliaguda, ya que la decisión de Ciudadanos de mutar de la socialdemo­cracia al liberalism­o progresist­a y de entrar –de una vez– en los gobiernos los sitúa en mejores condicione­s para competir con los populares. Tendrá que andarse con mucho tino para que no se le caiga el quebradizo tenderete de apoyos que le permite gobernar en Madrid y en unos pocos gobiernos regionales.

Y como estrambote, la apuesta ganadora en Vistalegre –más calle, menos moqueta–, que coloca a Pablo Iglesias en la pole de la oposición al Partido Popular, a la espera de la recomposic­ión socialista, otra ecuación de la que depende buena parte de todo lo que hay que hacer para consolidar la frágil estabilida­d.

Y es que, entre unos y otros, van a ocasionar más de un dolor de cabeza parlamenta­rio a este Gobierno, cuyas reformas al amparo de la mayoría absoluta quieren ahora desmantela­r. Y por ahí sí que no está dispuesto a pasar, sobre todo en el tema laboral. Así que tendrá que mantener la expresión impávida mientras oculta sus sentimient­os y suavizar la rigidez muscular, porque no hay que olvidar que hasta el más mínimo gesto delator puede inducirle a cometer un error grave.

Pero la contención del que aparenta indolencia tiene límites, como ocurrió cuando Pedro Sánchez le espetó en un debate en la Ciudad de la Imagen: “Usted no es una persona decente”. A MR le subió la dopamina y reaccionó con cuajo: “Hasta aquí hemos llegado”.

Y pese a que en la protesta no asomó el lenguaje corporal –elemento fundamenta­l que el jugador de póquer debe conocer e interpreta­r a la perfección–, sí que en ese preciso instante dejó inequívoca­mente claro que había dado por finalizada su aceptación del tiro al plato; muchos telespecta­dores cayeron entonces en la cuenta de que al

El buen jugador no reparte alegría cuando recibe buenas cartas ni se pone mustio cuando son malas

señor tranquilo también le puede hervir la sangre, aunque no sea algo habitual en él.

Poner cara de póquer es una habilidad que requiere control de las emociones, partiendo de la base de que los acontecimi­entos no son buenos ni malos; simplement­e, son. Este evangelio resulta básico para un hombre sin carga latina, que no se deja empujar por la torrentada judicial o televisiva y que siempre se sentirá más cómodo paseando deprisa o corriendo despacio, por las corredoira­s de su tierra, que dando un mitin en una plaza de toros.

¡Qué difícil ser MR! Tan frío, en medio de la fogosidad y vehemencia ambiental. Y es que va dejando que el resto de los jugadores abandonen la partida por desgaste o por ruina, incapaces las más de las veces de leer su pensamient­o o de saber qué mano lleva.

Poner cara de póquer es tal vez el mejor consejo que se puede dar a quien tenga interés en perpetuars­e en política y tenga el don de la rigidez facial. Como prueba de esta verdad, ahí está la fecha de sus comienzos: 1981.

Mucho me temo que a alguno no le va a quedar más remedio que aprender, con sentidiño, las reglas del chirivito, sobre la marcha, en la misma mesa de juego.

Poner cara de póquer es tal vez el mejor consejo que se le puede dar a quien tenga interés en perpetuars­e en política

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain