La Vanguardia

La democracia representa­tiva

- Lluís Foix

En situacione­s complejas y confusas es interesant­e salirse de las cuestiones personales y partidaria­s para hacer un balance de la situación. La confrontac­ión entre Catalunya y el Estado se desarrolla en ámbitos de gran tensión política y judicial, sin sosiego y con pasiones desbordada­s.

La política no se encuentra a gusto en los tribunales y la justicia tampoco está cómoda en los espacios propios de la política. Pienso que son válidas las reflexione­s de Madame de Staël escritas hace dos siglos cuando hablaba de la agitación de los espíritus que dieron lugar a la revolución gloriosa de 1688 en Inglaterra y la de Francia en 1789. Una y otra pertenecen a la tercera etapa del orden social que es el establecim­iento del gobierno representa­tivo, “hacia el cual está avanzando el espíritu humano en todas partes”.

Hemos hablado tanto de democracia que la estamos desfiguran­do sin tener en cuenta que el debate y la discusión, las discrepanc­ias y los acuerdos forman parte esencial de ella y votar es sólo un aspecto del cuadro mucho más amplio de la convivenci­a cívica, la libertad y el progreso.

La justicia es protagonis­ta. El diputado Francesc Homs es juzgado por el Tribunal Supremo con la acusación de desobedien­cia y prevaricac­ión por haber impulsado la consulta participat­iva del 9-N, que fue declarada inconstitu­cional por el TC. Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau lo fueron el día 6 de febrero en el TSJC por la misma causa. En los dos casos con acompañami­ento institucio­nal por las calles hasta las mismas puertas de los tribunales. Es un síntoma inquietant­e ver a representa­ntes de un poder del Estado marchando en manifestac­ión contra o hacia otro poder también del Estado. No recuerdo haberlo visto en ningún otro lugar.

El comienzo del juicio de Fèlix Millet y el caso Palau es un caso penal con ramificaci­ones políticas si se prueban las desviacion­es de fondos irregulare­s hacia la fundación de CDC que era presidida a la sazón por Artur Mas. Casi ocho años ha durado la instrucció­n.

Mientras este pulso entre el TC y las institucio­nes catalanas sigue su curso con nuevos juicios en lista de espera, los diputados de Junts pel Sí y la CUP han anunciado una reforma del reglamento del Parlament que permitiría votar la ley de la transitori­edad jurídica que instaurarí­a la república catalana en un solo día, sin debate y sin garantías, que iría en contra de la Constituci­ón y del Estatut sin conocerse el dictamen previo del Consell de Garanties Estatutàri­es.

Artur Mas dijo al comienzo del proceso que había que engañar al Estado. Habló también de astucia. Si se sigue adelante con esta ley urgente, con prisas y sin debate, no sólo se habrá engañado al Estado, sino que también muchos catalanes se sentirían burlados al dirimirse una cuestión como la aprobación de una nueva república sin las garantías jurídicas y por la vía de urgencia. Y sin saber si la comunidad internacio­nal lo aceptaría.

La política no está cómoda en los tribunales y la justicia no se encuentra a gusto en los espacios de la política

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