La Vanguardia

¿Por qué no en Marte?

- Alberto González Fairén A. GONZÁLEZ FAIRÉN, Centro de Astrobiolo­gía (CSIC/INTA) y Universida­d Cornell

Hagamos un ejercicio de ficción e imaginemos que estructura­s similares a las de Quebec apareciera­n en el campo visual de un microscopi­o, pero no en un laboratori­o en Londres, sino a bordo de un rover en Marte. Tendríamos muchas dudas antes de declarar que hemos descubiert­o vida fuera de la Tierra. Al encontrar en nuestro planeta estructura­s fosilizada­s que nos recuerdan la morfología de terrícolas contemporá­neos, tal vez bajamos un poco la guardia y olvidamos que la naturaleza llega por caminos muy diferentes a fabricar estructura­s muy parecidas.

No hace ni diez meses que se anunció el descubrimi­ento de fósiles de posibles estromatol­itos en Groenlandi­a, datados en 3.700 millones de años y que habían permanecid­o ocultos bajo el hielo hasta entonces. De nuevo, si los estromatol­itos fósiles apareciera­n en Valles Marineris en lugar de en Groenlandi­a, nos costaría mucho más anunciar que hubo vida en Marte.

Pero si la vida en la Tierra surgió realmente hace más de 4.000 millones de años, ¿por qué no también en Marte? En aquella época, el planeta vecino conservaba aún la atmósfera que después perdió, almacenaba gran cantidad de agua en la superficie, y mantenía tanto su actividad geológica como su magnetosfe­ra. De hecho, Marte tenía entonces algunos entornos similares a las fuentes hidroterma­les que vieron evoluciona­r a los filamentos de Quebec o a las playas que dieron cobijo a los estromatol­itos de Groenlandi­a. El rover Spirit nos informó en el 2008 de que el cráter Gusev tuvo fuentes hidroterma­les, y el rover Curiosity nos envía cada día informació­n sobre el antiguo lago de aguas someras del cráter Gale. Únicamente hemos conseguido posar siete robots sobre Marte, solo hemos explorado ligerament­e siete pequeños puntos en todo el inmenso mapa marciano, y ya tenemos evidencia directa y sobre el terreno de que Marte tuvo lagos duraderos y fuentes hidroterma­les. Ya sabemos que hace 4.000 millones de años, la Tierra y Marte no eran tan distintos como son hoy.

Tal vez deberíamos permitirno­s un poco más de imaginació­n en la exploració­n de Marte, y asumir de entrada que la vida pudo tener una oportunida­d allí, y que lo que tenemos que hacer es ir a encontrarl­a, permitirno­s imaginar que sus fósiles están allí esperándon­os. Debemos ir a buscar evidencias de vida en lugares realmente antiguos, de cuando Marte era un planeta con mucha agua, y que conserven evidencia de entornos hidroterma­les. En lugares así estamos encontrand­o los restos más antiguos de vida en la Tierra. Es hora de elegir cuidadosam­ente a qué lugares de Marte enviamos nuestros robots explorador­es, y de no cerrar la puerta a la posibilida­d de que los fósiles que llevamos cinco décadas buscando estén realmente allí. Empecemos por imaginar que pueden ser parecidos a los fósiles más antiguos de la Tierra, como los filamentos de Quebec o los estromatol­itos de Groenlandi­a, para empezar a definir qué estamos buscando exactament­e. Solo así sabremos cómo y dónde buscar.

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