El Ayuntamiento de Barcelona obtiene 97,5 millones de superávit
Donde las dan las toman. Las críticas que miembros del actual gobierno municipal de Barcelona vertieron contra el alcalde Xavier Trias cuando este cerraba los ejercicios presupuestarios con superávit tienen un efecto bumerán que no pasa desapercibido a los grupos de la oposición. Tal y como adelantó La Vanguardia el pasado 3 de febrero, el Ayuntamiento ha liquidado las cuentas del 2016 con un gran superávit, muy por encima sin embargo de aquellas primeras estimaciones, que no tenían en cuenta el balance final de diciembre. En concreto, el año pasado se registró una diferencia entre los ingresos y los gastos de 97,5 millones de euros. El gasto total fue de 2.702 millones y el porcentaje de ejecución del 97,6%, prácticamente el mismo que en los cuatro años anteriores.
El primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, explicó que ese superávit se ha debido sobre todo al comportamiento de la fiscalidad, con un plus de recaudación del impuesto de plusvalías de 36 millones sobre lo previsto, y a las devoluciones aplazadas de la participación en los ingresos del Estado. Pisarello explicó que estos ingresos adicionales se destinarán a “reforzar la liquidez municipal y a inversiones financieramente sostenibles”. El número dos del Ayuntamiento, que participó en Madrid en el encuentro de una docena de responsables económicos de otras tantas ciudades españolas, afirmó que la liquidación del presupuesto del 2016 demuestra que los ayuntamientos han de hacer “una enmienda a la totalidad a la ley Montoro porque ahoga su capacidad de actuación al imponer limitaciones al gasto que, vista la solvencia de las cuentas municipales, son innecesarias e injustificadas”.
Si el superávit de Barcelona parece exagerado, qué decir del obtenido por el Ayuntamiento de Madrid, que ha rebasado el listón de los 1.000 millones a pesar de haber incumplido en 233 millones la regla de gasto impuesta por el Ministerio de Hacienda.
Con todo, al actual gobierno municipal no le va a resultar fácil justificar políticamente este superávit. Ayer, sobre todo desde las filas del grupo municipal Demócrata, se apresuraron a recordar cómo valoraban la alcaldesa Ada Colau o su teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, algunos superávits, mucho más modestos, de la época Trias. La concejal Sònia Recasens recordó, por ejemplo, el tono de las quejas ante un superávit cinco veces inferior: “Trias vuelve a hacer superávit. 19 millones en plena crisis. Los dineros para los bancos y no para la gente y los barrios”, tuiteó Janet Sanz el 29 de enero de 2015. “Es un escándalo absoluto y una indecencia –replicó ayer Recasens– que el ejecutivo municipal, con las necesidades que tiene Barcelona y su gente, deje de gastar 97,5 millones y los dedique a compensar sus problemas de tesorería”.
Jordi Coronas (ERC) apuntó al mismo blanco. “El gobierno Colau –manifestó– ha preferido dedicar el superávit a los bancos y no a la gente”. Añadió Coronas que la liquidación de cuentas “demuestra una vez más la incompetencia de un gobierno que sólo anuncia cosas”. Para Carina Mejías, se trata de “un despropósito con la cantidad de necesidades que hay en la ciudad”. Y también el popular Alberto Fernández tachó de “desproporcionado” el superávit, que atribuyó a “la parálisis y la falta de sensibilidad de Colau”.
La oposición en bloque tacha el resultado de las cuentas del 2016 de “desproporción” e “indecencia”