“Hay que tener raíces y hay que tener alas”
Ramon Vilalta, arquitecto de RCR y premio Pritzker
Año a año, el Pritzker va configurando el canon de la arquitectura actual. ¿Cuál ha sido su aportación a esta disciplina? Siempre hemos dado gran valor a la relación con nuestro entorno, ya sea natural o urbano. Prestamos atención a cualquier lugar para que nos hable, para escucharle y, así, para poder dar una respuesta y crear una nueva realidad. Para nosotros, compartir es algo muy importante.
Compartir... ¿cuándo se materializa eso en arquitectura?
Cuando el trabajo no es el fruto de una obsesión o de una decisión unipersonal, sino de un proceso más complejo y rico, de una suma de trabajos. En nuestro caso, del trabajo de tres personas. ¿Qué virtudes tiene ese laborar a tres bandas? Nos parece importante que el Pritzker haya premiado por primera vez a tres personas al alimón. No estaría mal que las grandes decisiones de empresa o de país fueran también compartidas por más personas. Que un país no
viviera al albur de un único presidente. Los tiempos son cambiantes, más participativos, y hay que adecuarse a ello.
¿Esa es la clave?
La clave de la arquitectura es que dé algo en positivo a las personas. Lo que nos interesa no son los problemas de la forma. Preferimos hablar de la arquitectura como de una experiencia espacial. Al proyectar intentamos atender no sólo las necesidades de cobijo, sino poder dar también una parte espiritual.
Explíquese, por favor.
El espacio arquitectónico puede estimular cosas que las personas llevan en su interior. No estoy hablando sólo de habitaciones y paredes, sino de abrir el espíritu y la imaginación de los usuarios. Eso ha sido consustancial a la arquitectura, pero se ha ido perdiendo.
El jurado subraya su compromiso con el entorno.
Es algo básico. Conocer tu mundo te da fuerza y permite sacar conclusiones de orden universal. No por vivir anclado en un lugar tu mirada es más corta. La contemplación de tu naturaleza puede dar la dimensión del todo. Nosotros somos de Olot, trabajamos aquí, pero tras casi tres decenios de trayectoria no nos sentimos extraños ni en el desierto. Hemos aprendido a escuchar los lugares.
¿Ese enraizamiento en Olot ha sido fundamental?
No fue una decisión muy meditada. Fue sentida. Tras estudiar, volver a nuestro entorno fue algo natural. Hace de eso unos treinta años. Por entonces no había ni ordenadores. Pero volvimos. Fue una decisión incomprendida por muchos compañeros. Creían que desde una ciudad pequeña nos aislaríamos y no podría hacerse nada relevante. Hoy es distinto. Puedes hacer cualquier cosa en cualquier lugar. También rompimos con otra tradición. Ninguno de los tres empezó haciendo prácticas en el estudio de otros arquitectos. Volvimos a Olot, nos sentamos los tres a una mesa y empezamos a hablar. Teníamos caracteres distintos, pero intereses
parecidos. Lo que más nos interesaba de la arquitectura era proyectar, el mundo de las ideas. Ahí seguimos. Estamos cómodos en la fase del proyecto, más que en la de la construcción.
El jurado habla también de la emoción y la poesía de su obra.
Tienen un valor muy alto. La emoción y la poesía pueden estar en la experiencia espacial. Los espacios hay que sentirlos, y no solo a nivel visual o de tacto, sino a nivel de experiencia corporal. Lo importante de la arquitectura es que cuando estés en su interior
sientas que te pasan cosas. Lo cual no quita que exija otros valores, como los funcionales. Es al reunir todas esas funciones juntas cuando la arquitectura es grande. La arquitectura no lo es por ser sostenible o social, sino por sus valores espaciales.
¿Qué sentido tiene la interacción entre pasado y presente?
El pasado merece respeto. Nos gusta la palabra equilibrio. Me refiero a que hay que equilibrar puntos de vista. Hay que saber lo que se debe mantener de una obra antigua, lo que puedes tirar, lo que puedes aportar. Hace falta una ponderación entre el pasado y el presente. Hay que tener raíces y hay que tener alas.
Glenn Murcutt, presidente del jurado, alaba la fuerza y la sencillez de su material principal, el acero. ¿Qué lo convirtió en su preferido? Empezamos a trabajar las ideas sin material ni forma decididos. Eso se perfilará por el camino. Exploramos distintos materiales, de preferencia sustanciales, auténticos. Nos gustan más que los sintéticos, que al cabo de cinco años de inaugurar la obra siguen inertes, sin sentimiento vital, como si el tiempo no les afectara. El hierro es un camino. Pero no nos sentimos determinados por él.
Su arquitectura puede parecer rigurosa, como si impusiera ciertas condiciones vitales a sus usuarios. ¿Es así? En algunos proyectos puede dar esta impresión. Pero lo que pretendemos es dar algo más. Nuestras propuestas, por distintas, pueden parecer una imposición. No es nuestra intención. Lo que queremos es dar unos elementos para que los usuarios exploren otras maneras de vivir.
En suma, ¿qué es la arquitectura para ustedes?
Si hubiera que resumirlo en una palabra, esa sería equilibrio. Pero no el equilibrio entendido como un fenómeno estático, sino como de mantenimiento de un movimiento constante entre extremos. Esa palabra estaba ya en el sentido de nuestras conversaciones iniciales: cuando se discute entre tres personas es preciso buscar puntos de equilibrio.
Ustedes han hablado mucho.
Sí. Desde el principio. Tanto que, a veces, nos preguntábamos si no estaríamos perdiendo el tiempo. Con los años nos invadió la sensación contraria.
Son los segundos españoles premiados en 39 años de Pritzker. ¿A qué les obliga eso? Ahora mismo no soy capaz de verbalizar lo que sentimos. Ahora prima la intensidad del momento. Sentimos, eso sí, que este reconocimiento va destinado también a los profesionales de aquí, donde se hace muy buena arquitectura.
¿A quien le hubieran dado ustedes el Pritzker?
A Enric Miralles.
¿Cómo les va a cambiar la vida el premio?
No nos la cambiará. Ya tenemos una edad. Veremos qué nos aporta. Pero no queremos más cantidad de trabajo. Al contrario. Ahora querríamos hacer menos y hacerlo mejor. No queremos que el despacho crezca. Queremos seguir siendo quienes somos.
LOS MATERIALES Y EL TIEMPO “Nos nos gustan los materiales inertes, a los que parece que no les afecta el tiempo”
ARQUITECTURA, EQUILIBRIO “La arquitectura es equilibrio, en tanto que movimiento constante entre extremos”
TRAS EL PREMIO “Ahora querríamos hacer menos y mejor; queremos seguir siendo quienes somos”