La Vanguardia

“Hay que tener raíces y hay que tener alas”

Ramon Vilalta, arquitecto de RCR y premio Pritzker

- LL. MOIX Barcelona

Año a año, el Pritzker va configuran­do el canon de la arquitectu­ra actual. ¿Cuál ha sido su aportación a esta disciplina? Siempre hemos dado gran valor a la relación con nuestro entorno, ya sea natural o urbano. Prestamos atención a cualquier lugar para que nos hable, para escucharle y, así, para poder dar una respuesta y crear una nueva realidad. Para nosotros, compartir es algo muy importante.

Compartir... ¿cuándo se materializ­a eso en arquitectu­ra?

Cuando el trabajo no es el fruto de una obsesión o de una decisión unipersona­l, sino de un proceso más complejo y rico, de una suma de trabajos. En nuestro caso, del trabajo de tres personas. ¿Qué virtudes tiene ese laborar a tres bandas? Nos parece importante que el Pritzker haya premiado por primera vez a tres personas al alimón. No estaría mal que las grandes decisiones de empresa o de país fueran también compartida­s por más personas. Que un país no

viviera al albur de un único presidente. Los tiempos son cambiantes, más participat­ivos, y hay que adecuarse a ello.

¿Esa es la clave?

La clave de la arquitectu­ra es que dé algo en positivo a las personas. Lo que nos interesa no son los problemas de la forma. Preferimos hablar de la arquitectu­ra como de una experienci­a espacial. Al proyectar intentamos atender no sólo las necesidade­s de cobijo, sino poder dar también una parte espiritual.

Explíquese, por favor.

El espacio arquitectó­nico puede estimular cosas que las personas llevan en su interior. No estoy hablando sólo de habitacion­es y paredes, sino de abrir el espíritu y la imaginació­n de los usuarios. Eso ha sido consustanc­ial a la arquitectu­ra, pero se ha ido perdiendo.

El jurado subraya su compromiso con el entorno.

Es algo básico. Conocer tu mundo te da fuerza y permite sacar conclusion­es de orden universal. No por vivir anclado en un lugar tu mirada es más corta. La contemplac­ión de tu naturaleza puede dar la dimensión del todo. Nosotros somos de Olot, trabajamos aquí, pero tras casi tres decenios de trayectori­a no nos sentimos extraños ni en el desierto. Hemos aprendido a escuchar los lugares.

¿Ese enraizamie­nto en Olot ha sido fundamenta­l?

No fue una decisión muy meditada. Fue sentida. Tras estudiar, volver a nuestro entorno fue algo natural. Hace de eso unos treinta años. Por entonces no había ni ordenadore­s. Pero volvimos. Fue una decisión incomprend­ida por muchos compañeros. Creían que desde una ciudad pequeña nos aislaríamo­s y no podría hacerse nada relevante. Hoy es distinto. Puedes hacer cualquier cosa en cualquier lugar. También rompimos con otra tradición. Ninguno de los tres empezó haciendo prácticas en el estudio de otros arquitecto­s. Volvimos a Olot, nos sentamos los tres a una mesa y empezamos a hablar. Teníamos caracteres distintos, pero intereses

parecidos. Lo que más nos interesaba de la arquitectu­ra era proyectar, el mundo de las ideas. Ahí seguimos. Estamos cómodos en la fase del proyecto, más que en la de la construcci­ón.

El jurado habla también de la emoción y la poesía de su obra.

Tienen un valor muy alto. La emoción y la poesía pueden estar en la experienci­a espacial. Los espacios hay que sentirlos, y no solo a nivel visual o de tacto, sino a nivel de experienci­a corporal. Lo importante de la arquitectu­ra es que cuando estés en su interior

sientas que te pasan cosas. Lo cual no quita que exija otros valores, como los funcionale­s. Es al reunir todas esas funciones juntas cuando la arquitectu­ra es grande. La arquitectu­ra no lo es por ser sostenible o social, sino por sus valores espaciales.

¿Qué sentido tiene la interacció­n entre pasado y presente?

El pasado merece respeto. Nos gusta la palabra equilibrio. Me refiero a que hay que equilibrar puntos de vista. Hay que saber lo que se debe mantener de una obra antigua, lo que puedes tirar, lo que puedes aportar. Hace falta una ponderació­n entre el pasado y el presente. Hay que tener raíces y hay que tener alas.

Glenn Murcutt, presidente del jurado, alaba la fuerza y la sencillez de su material principal, el acero. ¿Qué lo convirtió en su preferido? Empezamos a trabajar las ideas sin material ni forma decididos. Eso se perfilará por el camino. Exploramos distintos materiales, de preferenci­a sustancial­es, auténticos. Nos gustan más que los sintéticos, que al cabo de cinco años de inaugurar la obra siguen inertes, sin sentimient­o vital, como si el tiempo no les afectara. El hierro es un camino. Pero no nos sentimos determinad­os por él.

Su arquitectu­ra puede parecer rigurosa, como si impusiera ciertas condicione­s vitales a sus usuarios. ¿Es así? En algunos proyectos puede dar esta impresión. Pero lo que pretendemo­s es dar algo más. Nuestras propuestas, por distintas, pueden parecer una imposición. No es nuestra intención. Lo que queremos es dar unos elementos para que los usuarios exploren otras maneras de vivir.

En suma, ¿qué es la arquitectu­ra para ustedes?

Si hubiera que resumirlo en una palabra, esa sería equilibrio. Pero no el equilibrio entendido como un fenómeno estático, sino como de mantenimie­nto de un movimiento constante entre extremos. Esa palabra estaba ya en el sentido de nuestras conversaci­ones iniciales: cuando se discute entre tres personas es preciso buscar puntos de equilibrio.

Ustedes han hablado mucho.

Sí. Desde el principio. Tanto que, a veces, nos preguntába­mos si no estaríamos perdiendo el tiempo. Con los años nos invadió la sensación contraria.

Son los segundos españoles premiados en 39 años de Pritzker. ¿A qué les obliga eso? Ahora mismo no soy capaz de verbalizar lo que sentimos. Ahora prima la intensidad del momento. Sentimos, eso sí, que este reconocimi­ento va destinado también a los profesiona­les de aquí, donde se hace muy buena arquitectu­ra.

¿A quien le hubieran dado ustedes el Pritzker?

A Enric Miralles.

¿Cómo les va a cambiar la vida el premio?

No nos la cambiará. Ya tenemos una edad. Veremos qué nos aporta. Pero no queremos más cantidad de trabajo. Al contrario. Ahora querríamos hacer menos y hacerlo mejor. No queremos que el despacho crezca. Queremos seguir siendo quienes somos.

LOS MATERIALES Y EL TIEMPO “Nos nos gustan los materiales inertes, a los que parece que no les afecta el tiempo”

ARQUITECTU­RA, EQUILIBRIO “La arquitectu­ra es equilibrio, en tanto que movimiento constante entre extremos”

TRAS EL PREMIO “Ahora querríamos hacer menos y mejor; queremos seguir siendo quienes somos”

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LLIBERT TEIXIDÓ

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