La Vanguardia

¿Tendrán alma los árbitros?

- Joaquín Luna

Cuando veían a los indígenas, los religiosos españoles que desembarca­ban en América se preguntaba­n con metafísica y prejuicios coloniales: “¿Tendrán alma?”. Naturalmen­te. Como los árbitros españoles, que tienen cuerpo, alma y un pito muy grande.

¿Que sería del fútbol español si hubiese grandes colegiados? Un aburrimien­to.

Los árbitros son la sal de la Liga y sólo un malpensado puede imaginar que se equivocan para favorecer al Real Madrid o al Real Madrid: los árbitros nos confunden para dar espectácul­o, ganarse aumentos de sueldo –cuanto más cobren, menos se equivocará­n, dicen algunos– y ser la admiración de sus paisanos:

–¡Mira! ¡Ahí va Andujar Oliver! ¡Que andares de colegiado!

El franquismo se prolongó 40 años porque a falta de insultos al Caudillo, el pueblo llano podía insultar a Franco Martínez, Guruceta Muro o Urizar Azpitarte. Los arbitros asumieron con humildad esta función social y para no llevar la contraria a los aficionado­s perseveran en el error.

–¡Lo que pito yo en la tierra no lo discute ni Dios en el cielo!

El Real Madrid es un club con valores que siempre trató de mimar a unos héroes anónimos sin los cuales el fútbol sería un deporte de once contra once. ¿A ustedes les gustaría que su trabajo fuese despachado con “pasó desapercib­o, lo mejor que se puede decir de un árbitro”? ¿Acaso le gustaría a usted pasar desapercib­ido por la vida o en su casa a la hora de comer? Por eso, los árbitros, que tienen alma, se rebelan y yerran en busca de atención y huecos en la prensa.

Todos los clubs dan cariño, bolsas y souvenirs a los árbitros. ¿Por qué se

El Real Madrid ha sabido mimar al árbitro, ese mártir condenado por la sociedad a “pasar desapercib­ido”

sigue fotografia­ndo al cuarteto arbitral con los dos capitanes si ningún medio publica esas fotos de aire nupcial? Para que el club pueda enviarle un recuerdo y tener un detalle. Muchos clubs, además, se dicen que la fotografía luce mejor con marco, marco de plata.

No podemos culpar al Real Madrid de guardar una relación tan singular con los árbitros sólo porque ellos han sabido devolverle­s las atenciones. ¿Qué problema hay con regalar un reloj de oro a un colegiado –cómo hacía el club blanco en las copas de Europa-? ¿Acaso a veces tus once jugadores, el banquillo y todo el Bernabeu no imploran, angustiado­s: “¡árbitro, la hora!?”.

Cuidar a los árbitros es lo que tienen que hacer todos los clubs de fútbol y no dejar solo al Real Madrid en tan altruista misión. ¡Ay si el Barça en lugar de fletar autocares a Sevilla hubiera tenido algún detalle con los árbitros de la final ante el Steaua!

No sé, una tarde de toros, unas insignias, algún refresco sin gas...

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