Europa y la economía
El proyecto europeo pasa por un momento delicado. La imperiosidad de una Europa fuerte es, con todo, más necesaria que nunca, tanto para evitar su marginalidad y la de los valores que representa como para hacer posible dentro de la propia UE políticas que permitan superar los ciclos económicos recesivos. La política monetaria expansiva aplicada por el BCE es una buena experiencia en este sentido que no tendríamos que olvidar.
El debate económico en Europa de estos últimos años ha estado dominado por la controversia entre las políticas de ajuste y las que consideraban que los desequilibrios macroeconómicos no tenían que impedir la aplicación de políticas expansivas anticíclicas. En un planteamiento necesariamente reduccionista, se puede decir que el debate ha sido en determinados aspectos una versión del conflicto norte-sur, donde las economías del norte, lideradas por Alemania, han defendido las políticas de ajuste y las del sur han sido más críticas considerando que intensificaban la recesión. No es difícil encontrar en el debate influencias de carácter cultural que exceden el ámbito estrictamente económico pero que en cambio modulan las opiniones de las respectivas sociedades. Este es todavía uno de los grandes retos de la construcción europea. El proceso hacia una mayor integración encontrará muchas dificultades si persisten los recelos entre dos concepciones culturales que tienen en la visión sobre la función de los presupuestos públicos y la austeridad en el gasto una de las expresiones más discordantes, aunque no la única. Los retos que tiene Europa sólo se pueden superar con una integración que comporta una dosis muy elevada de coincidencia en aspectos básicos de la economía y de la política, ya que en caso contrario no es posible afrontar aspectos como la cesión de soberanía de los estados, la mutualización de deuda o la homogeneidad fiscal que son condiciones necesarias para evitar la pérdida de protagonismo en el concierto mundial de Europa y de lo que representa.
La aproximación de las políticas económicas podría facilitar la superación de las concepciones culturales que impiden un avance decidido hacia una integración eficiente. Para ello sería necesario que los estados con economías más saneadas, como Alemania y su área de influencia, aplicaran internamente políticas más expansivas y que los estados con graves déficits como los del área mediterránea asumieran que, para mantener el conjunto de prestaciones sociales, no se puede suplir permanentemente la falta de productividad y el poco rigor fiscal con un incremento constante del endeudamiento. Porque es poco solidario con las generaciones futuras, intensifica la dependencia de los mercados y condiciona a medio plazo el crecimiento.
Sólo un cambio en las culturas económicas norte-sur en Europa permitirá una mejor integración