La Vanguardia

Dolor añadido

Familias de las víctimas del ataque al mercadillo navideño de Berlín critican el trato burocrátic­o e insensible de las autoridade­s alemanas

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Las autoridade­s de Alemania fueron criticadas por fallos de coordinaci­ón que permitiero­n que un islamista peligroso con el asilo denegado lograra quedarse en Alemania, y perpetrar así el ataque terrorista del pasado 19 de diciembre al mercadillo navideño de Breitschei­dplatz, en Berlín, en el que murieron doce personas. Pero la gestión posterior de la tragedia no fue mucho mejor. Las familias de los fallecidos se sintieron desatendid­as y tratadas con escasa sensibilid­ad, según se ha desvelado en los últimos días. En el ataque de Anis Amri –que sería abatido por la policía italiana en Milán pocos días después– falleciero­n siete alemanes, una italiana, una checa, una israelí y un ucraniano, además del chófer polaco del camión que Amri robó para arrollar a la gente en el mercado. Hubo además 56 heridos, 12 de ellos de gravedad.

Cuando el pasado 17 de febrero, unos cincuenta familiares de las víctimas se reunieron con el presidente federal, Joachim Gauck, y el ministro del Interior, Thomas de Maizière, ambos mandatario­s quedaron consternad­os ante lo que oyeron, según informó el diario berlinés Der Tagesspieg­el. Hasta tres días vagaron algunos familiares por la ciudad, llamando o acudiendo a hospitales por si sus seres queridos se hallaban entre las víctimas. Motivo: la Oficina Federal de Investigac­ión Criminal (BKA, en sus siglas en alemán) había ordenado no dar informació­n ante la duda de si las llamadas eran de familiares o de gamberros o periodista­s fingidores.

La familia de la víctima italiana, Fabrizia Di Lorenzo, una mujer de 31 años que trabajaba en Berlín, declaró al diario italiano Corriere della

Sera que las autoridade­s alemanas se mostraron “insensible­s, ausentes, desorganiz­adas e incompeten­tes”. La madre y el hermano de Fabrizia volaron a Berlín a primera hora del 20 de diciembre, tras llamarla varias veces al móvil. Finalmente alguien respondió: un chico les dijo en inglés que había encontrado el móvil en el mercadillo y que se lo estaba llevando a la policía.

Madre e hijo pasaron tres días “interminab­les, sin atención psicológic­a, sufriendo como locos, sin que ninguna autoridad alemana se presentara a decirnos nada”, aseguraron, señalando que las familias de las víctimas alemanas experiment­aron igual trato y dolorosa espera. La razón de tanta demora es que, en casos de catástrofe­s, la policía federal alemana requiere que la identifica­ción de los cadáveres se haga por ADN y huellas dactilares.

Por otra parte, aquellos que supieron en seguida que el familiar que buscaban se hallaba entre los muertos tuvieron una terrible experienci­a al día siguiente, 20 de diciembre. Esa tarde se celebró un servicio religioso por las víctimas en la iglesia luterana del Káiser Guillermo, en la misma plaza del ataque, al que asistieron el presidente federal Gauck; la canciller, Angela Merkel; el alcalde de Berlín, Michael Müller, y varios ministros. Aduciendo motivos de seguridad, la policía no dejó entrar en la iglesia a algunos familiares. Gauck, desolado, dijo que ese día él no supo nada.

Tampoco las autoridade­s de Berlín ciudad estuvieron a la altura. La primera carta recibida por familias de víctimas de Berlín y del land de Brandembur­go fue del hospital de la Charité: era la factura de la autopsia del cadáver, con aviso de pagar en el plazo establecid­o. Al descubrir la situación, el Ayuntamien­to, horrorizad­o y abochornad­o, anunció que pagaría los costes de medicina legal. Mientras, el alcalde, Michael Müller, tardó casi dos meses en enviar cartas de condolenci­as, pero el Ayuntamien­to se defiende atribuyend­o el retraso a no haber recibido antes de las autoridade­s federales los nombres de los fallecidos.

“Se cometieron algunos errores en los primeros días, sobre todo en comunicaci­ón; nadie lo niega y todos lo lamentamos”, declaró Roland Weber, comisionad­o para víctimas de delitos del land de Berlín, a la Deutsche Welle. También explicó que parte del trato desconside­rado se debió al tiempo transcurri­do en el traspaso de la investigac­ión: la empezó la policía regional de Berlín, pero al constatars­e que podía tratarse de un atentado terrorista, pasó a manos de la policía federal. “En el aspecto burocrátic­o, todo fue correcto –dijo Weber–, pero el elemento humano se perdió por el camino”. Para las familias que lloraban a sus muertos, todo esto ha significad­o dolor añadido.

Hasta tres días pasaron algunos llamando a hospitales, y luego la primera carta fue la factura de la autopsia

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MPL Dos niños observando ayer las velas y flores que siguen recordando a los fallecidos en Breitschei­dplatz

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