La Vanguardia

La justicia permite a una etarra vivir con su hija, apuñalada por el padre

- JOAN RUSIÑOL Barcelona

Izar, la hija de la etarra Sara Majarenas, cumple tres años, la edad en que un niño ya no puede convivir más con su madre en prisión. No obstante, la terrible historia que sufre la niña, a quien su propio padre apuñaló en el mes de enero, ha hecho que la justicia permita a la mujer y a la pequeña continuar juntas, a partir de ahora en un centro de acogida en Madrid.

El juez de Vigilancia Penitencia­ria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, otorgó el segundo grado a la presa de ETA, que cumple condena desde el 2005 en el centro penitencia­rio valenciano de Picassent por haber formado parte del comando Levante. En su escrito, reconoce que “la separación sería contraria a la protección que todo menor necesita, máxime en circunstan­cias tan excepciona­les y graves.” A principios de año, la pareja de Majarenas asestó varias cuchillada­s a la criatura –que de lunes a viernes vivía en régimen especial con la madre– y se entregó a la policía de Benifaió (Valencia), creyendo que la había matado. Ahora el agresor está en prisión provisiona­l por estos hechos. En una carta posterior publicada en el diario Gara, Majarenas afirmaba que el objetivo de este acto de violencia machista era dañarla a ella y a su familia, presuntame­nte por una disputa sobre la custodia. Explicaba que, superadas las heridas físicas, ahora la prioridad era la recuperaci­ón “psicológic­a y emocional” de su hija: “Izar no entiende qué le hizo su propio padre y no entiende por qué ha desapareci­do de su vida de repente”.

Atendiendo a esta necesidad de favorecer la recuperaci­ón, y de acuerdo con los informes técnicos, Castro optó ayer por aplicar el “principio de flexibilid­ad” que recoge el artículo 100.2 del reglamento penitencia­rio. De esta forma podrán continuar la convivenci­a juntas, fuera de las rejas, atendidas por la fundación Padre Garralda, de quien la Audiencia Nacional valora el trabajo que hace con los presos de permiso o en situacione­s de semilibert­ad. Para tomar la decisión, el juez también ha tenido en cuenta el adelantado estado de cumplimien­to de la pena, que es de 13 años en total, y la ausencia de expediente­s disciplina­rios. Sortu, el principal partido de la izquierda abertzale, valoró ayer como “un paso adelante” el segundo grado pero reclamó su derecho a quedar en libertad condiciona­l por haber cumplido tres cuartas partes de la condena. El otro elemento relevante que se ha puesto en la balanza es la constataci­ón de que la etarra se ha movido en “postulados posibilist­as” dentro del colectivo de reclusos de ETA. De hecho, firmó una carta el día 6 de febrero en la cual mostraba el arrepentim­iento por su pasado en la organizaci­ón terrorista, dejaba claro que se había desmarcado, reconocía el daño causado y se comprometí­a con las vías de reivindica­ción pacíficas. Un informe del centro penitencia­rio, fechado el día 20 del mes pasado, avala las expectativ­as que la mujer se mantendrá “al margen de toda actividad delictiva relacionad­a con temas políticos” y que su principal dedicación será, precisamen­te, tener cuidado de la niña. El comando Levante, del que formaba parte Majarenas cuando fue arrestada hace doce años, planeaba varios atentados en la Comunidad Valenciana, entre ellos, contra quien fue alcaldesa de la capital, Rita Barberá. Una manifestac­ión recorrió ayer por la noche San Sebastián para pedir la libertad de la etarra.

Sara Majarenas cumple condena desde el 2005 por haber formado parte del comando Levante

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