Andalucía no es tan fiel como parece

Son pocos quienes esperan que Susana Díaz anuncie mañana su candidatura a la secretaría general del PSOE. Lleva días asegurando: “No estaría bien que mezcle mis intereses personales con los de Andalucía”. Pero no está completamente descartado que lo haga. “Si el año pasado borró de un plumazo veinte años de historia, al no mencionar a Chaves y Griñán, cualquier cosa puede suceder”, señala con ironía un crítico.

La batalla de las primarias en Andalucía se antoja decisiva para el futuro del PSOE. Los fieles a Díaz, los responsables del desembarco, confían en equilibrar en su feudo una balanza que, en otros territorios, como Catalunya, está claramente inclinada en su contra. Pero ¿están los militantes andaluces firmemente agrupados detrás de su lideresa? No parece que sea así.

Los últimos acontecimientos han desgastado la imagen de buena gestora de Susana Díaz. El patinazo de las fusiones hospitalarias se ha corregido al ritmo que marcaba la sociedad, pero ha dejado heridas muy profundas. Díaz ya no es la mujer de hierro que avasalla allá por donde camina. Se ha descubierto una Susana Díaz más terrenal. Ya no es la Santa Susana que algunos adoraban, pero tampoco la Susarpía que otros detestan.

La dirección andaluza necesita que treinta mil militantes, de los 45.500 que tienen derecho a voto, se vuelquen con ella, un objetivo que parece difícil de conseguir. Una de las grandes incógnitas es conocer cuál es el apoyo real con el que cuenta en estos momentos, tanto en el partido como en la sociedad. Si lo primero es difícil de calibrar tras el papel adoptado por Díaz en la defenestración de Pedro Sánchez, las últimas encuestas sobre intención de voto autonómico, absolutamente dispares, tampoco ayudan a arrojar luz.