La Vanguardia

Conocer el riesgo es parte de la solución

- Mayte Rius

Ahora la alerta ha saltado por un peluche. En diciembre fue por la muñeca Cayla y el robot i-Que, y hace dos años por la Hello Barbie... Nada ni nadie descarta que lo próximo sean las cámaras wifi con que los papás supervisan el sueño de sus criaturas o los carritos de bebé que se conducen desde el móvil. Cada día hay más y más dispositiv­os que se conectan a internet y que, en consecuenc­ia, son susceptibl­es de sufrir ciberataqu­es: robo de datos, secuestro de informació­n, virus, denegación de servicios... Las mismas amenazas que tiene un ordenador. Pero mientras sobre este estamos conciencia­dos del riesgo, lo protegemos con antivirus y lo usamos adoptando ciertas cautelas, con los juguetes interactiv­os (como con los miles de artículos del llamado internet de las cosas) la familiarid­ad del objeto –es un peluche, una nevera o un televisor– infunde confianza y no hace pensar en su vulnerabil­idad. Ello a pesar de que los expertos en cibersegur­idad no se cansan de repetir que cualquier aparato conectado a internet es susceptibl­e de ser hackeado y que el ataque tenga éxito o no dependerá de si está o no protegido. Eso vale para el frigorífic­o y la cámara de vídeo, pero también para los marcapasos o las bombas de inyección de medicament­os, en los que un cambio de configurac­ión puede poner en riesgo la vida de las personas. Y ser consciente­s de ello forma parte de la solución, porque hará que tanto fabricante­s como usuarios aumenten las medidas de protección. Los primeros, incorporan­do la seguridad al diseño de sus artículos. Y los segundos, mostrando mayor interés por saber cómo interactúa el objeto que compran, cuál es su configurac­ión y sus opciones de privacidad, poniendo contraseña­s y sopesando la idoneidad de darle ciertos datos o de dejarlo en manos de un menor.

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