La Vanguardia

Un sintecho de Barcelona lleva 40 años en la calle

- D. MARCHENA Barcelona

Arrels, uno de los faros de la lucha contra el sinhogaris­mo, presentó ayer su balance del 2016. El documento, accesible en arrelsfund­ació.org, descubre la realidad oculta de Barcelona con infinidad de datos y porcentaje­s. Pero quizá ninguno como este revele el dramatismo del problema: los voluntario­s de esta fundación, que se creó ahora hace 30 años, conocen a un indigente que duerme en la calle desde hace cuarenta años. ¡Cuarenta años!

La falta de un techo, de un hogar, reduce en 20 años la esperanza de vida. Ese es otro de los datos que llaman la atención de la radiografí­a de Arrels, que forma parte de la Xarxa d’Atenció a Persones Sense Llar de Barcelona. Cada vez más jóvenes se incorporan al creciente problema del sinhogaris­mo. La primera línea de batalla está en los más desfavorec­idos entre los desfavorec­idos, es decir, quienes ni siquiera tienen un techo donde resguardar­se. Al menos 941 personas duermen en las calles de la capital catalana (cajeros automático­s, soportales, parques y jardines .... ) Pero una cosa es tener un techo y otra muy diferente tener un hogar.

Un total de 1.907 personas, según Arrels, duermen en albergues municipale­s o en otro tipo de recursos asistencia­les públicos y privados. Y otras 419 lo hacen en solares, infravivie­ndas o en fábricas abandonada­s. En total, el fenómeno del sinhogaris­se mo afecta en la capital catalana a 3.267 personas. El Ayuntamien­to de Barcelona reconoce que han crecido los asentamien­tos irregulare­s y que por desgracia las chabolas no son algo del pasado.

Muchas personas piensan que los sintecho no quieren ayuda y que prefieren dormir en la calle. Y en algunos casos es así porque ya se han habituado “a esta barbaridad”, como dice Ferran Busquets, el director de Arrels Fundació, aunque “nadie crece pensando que de mayor será un sintecho”. Sucedió, por ejemplo, durante la última operación Frío, cuando muchos indigentes optaron por seguir a la intemperie y descartaro­n la oferta de ir al albergue municipal. ¿Y qué hacer en ese caso con el carro con todas sus pertenenci­as? ¿Con su perro o con sus perros, su única compañía? “Alguien se imagina que esas mismas personas hubieran dicho también que no el primer día que vieron obligadas a dormir en la calle”, se pregunta la fundación. La sociedad no puede mirar a otro lado. El sinhogaris­mo afecta cada vez más a más ciudadanos. “Podrías ser tú” es el lema de Xarxa d’Atenció a Persones Sense Llar. Son vecinos y vecinas especialme­nte vulnerable­s. Arrels sostiene que el 19% de las personas que pernoctan en la calle necesitan “una intervenci­ón social prioritari­a”. Un 37% de los sinhogar afirma haber sido víctima de agresiones físicas o verbales (el porcentaje se dispara aún más en el caso de las mujeres). Las agresiones pueden ser muy diferentes. Los voluntario­s de Arrels Fundació –su principal activo– conocen incluso el caso de un indigente que se avino a firmar unos papeles a cambio de un simple bocadillo: ahora aparenta ser el administra­dor de dos empresas y su nombre es utilizado por sinvergüen­zas que se escudan en este involuntar­io hombre de paja.

¿Cómo actúa Arrels contra este drama? No hay espacio en esta crónica para resumir sus actividade­s. La fundación ha conseguido cosas que hace años parecían imposibles, como el modelo Housing First –o primero, la casa– para conseguir viviendas para los sintecho y lograrla además como el primer paso del proceso, y no como el último, como era habitual hasta ahora. Arrels también cuenta con un Piso Cero, donde pueden pernoctar hasta diez personas que ya han llegado demasiado tarde al Housing First y no se habitúan a las normas indispensa­bles en una comunidad. Esta entidad ha atendido desde su creación a 10.467 personas. Y lo hace con sólo 54 trabajador­es, 392 voluntario­s y 4.356 socios y voluntario­s. El año pasado la cifra de gastos superó a la de ingresos. La entidad necesita ayuda.

Arrels Fundació hizo público ayer su balance del 2016, la realidad que una parte de Barcelona no quiere ver: el sinhogaris­mo

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CÉSAR RANGEL En primer término, Rafael, uno de los usuarios del Piso Cero de Arrels Fundació, donde acuden los indigentes más vulnerable­s

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