La Vanguardia

Luis Enrique opiáceo

- Sergi Pàmies

La informació­n es una industria que no suele discrimina­r ni hallar el equilibrio entre la relevancia de una noticia y la repercusió­n que en general le otorgamos. El miércoles por la noche, cuando Luis Enrique anunció que no renovará como entrenador del Barça, alteró las agendas y propició un tsunami de actividad que debería invitar a reflexiona­r incluso a los que somos simultánea­mente entusiasta­s del fútbol y adictos a la actualidad, tan frívolamen­te denigrada. De la adrenalina –auténtica o artificial– generada por la sorpresa destaca la dignísima indiferenc­ia del protagonis­ta, que evitó cualquier faramalla institucio­nal y el subidón de vanidad lacrimógen­a tan habitual en situacione­s semejantes. Coherente y desgastado, Luis Enrique preservó la honestidad paranoide de su perfil de individual­ista impertérri­to para cortar de raíz el juego de especulaci­ones sobre su futuro y pasar el relevo al juego de apuestas sobre quién será su sustituto.

En el momento de producirse la noticia, el espíritu de la etiqueta última hora emergió como un resorte que, a base de utilizarse de modo inadecuado o temerariam­ente generoso, ya no significa lo mismo que antes de la revolución digital y de la competenci­a caníbal por la inmediatez. En una hora y media, los periódicos tuvieron que modificar sus criterios de apertura, editorial y lanzado para adaptarse a la noticia. Mientras tanto, las radios lograron que alrededor de las diez y media ya se hubiera repasado toda la trayectori­a del entrenador y organizado un carrusel de opiniones y de eso que, para añadir pimienta a la salsa informativ­a, denominamo­s “primeras reacciones”. En pocos minutos quedó claro que cuando las noticias no tienen consecuenc­ias dramáticas para nadie, la inmediatez es un género sensaciona­l, casi de ficción. Es un simulacro de histeria organizada que nos permite sumarnos a una energía inofensiva en el contenido aunque formalment­e invasiva. De modo que en apenas una hora Luis Enrique tuvo tiempo de comunicar su decisión, quitarse un peso inmenso de encima, ser interpreta­do por la vía rápida y con notable pluralidad de opiniones y, en una segunda fase, ser envasado al vacío para alimentar otros departamen­tos igualmente voraces de la misma maquinaria que hoy nos permite especular sobre qué hará y quién lo sustituirá.

¿Opio del pueblo? Sí, pero teniendo en cuenta el momento que vivimos no se deben menospreci­ar las ventajas evasivas del opio. Por eso, y para sumarme a los excesos provocados por la adicción social que representa el fútbol (y, por extensión, el Barça), propongo que el Barça contrate a (pausa tendencios­amente dramática) Jordi Cruyff como director técnico y que este nombre al entrenador que considere más adecuado para un cargo tan feliz y monstruosa­mente noticiable.

Teniendo en cuenta el momento que vivimos no se deben menospreci­ar las ventajas evasivas del opio

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain