La Vanguardia

Coalición de voluntades

- Josep Oliver Alonso

El tsunami comienza a retroceder, y va emergiendo el paisaje tras la catástrofe. Que lo es. Porque el Brexit, los ataques de Trump a la Unión Europea, el rampante populismo o la amenaza rusa han alterado de raíz el panorama del proyecto común. A aquellos choques hay que añadir las secuelas de las crisis financiera y de los refugiados. En lo tocante a esta, nada es más ilustrativ­o del estado de choque en que nos encontramo­s que el fracaso de los acuerdos adoptados. A lo anterior, añadan las pulsiones antidemocr­áticas y la corrupción en el este y tendrán una radiografí­a de los males que nos aquejan. De hecho, y entre los grandes países del continente, es difícil encontrar el tradiciona­l enfermo de Europa, una posición que han ocupado Gran Bretaña, Francia o Alemania en diversos momentos de las últimas décadas. Hoy el enfermo es el proyecto común. Un proyecto que, por cierto, el 25 de este mes celebrará su 60.º aniversari­o.

La cumbre que tendrá lugar en Roma a finales de marzo debería servir para una renovación en profundida­d. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha presentado esta semana ante el Parlamento Europeo un primer documento para fijar los términos del debate en esa cumbre. ¿Qué alternativ­as aparecen en este cruce de caminos?

Juncker considera cinco posibles, con un gradiente de menor a mayor cohesión. Continuar como si no pasara nada o un salto adelante hacia los estados unidos de Europa son las dos más extremas, difícilmen­te viables en la situación actual. Renacional­izar parte de las políticas centradas en Bruselas y retroceder a un simple mercado único, o hacer algo adicional en ciertas áreas específica­s, tampoco aparece como una solución a los retos actuales. Finalmente, queda avanzar en las llamadas coalicione­s reforzadas, es decir, en una Unión a diversas velocidade­s.

Esta es la propuesta preferida de Merkel, y la más atractiva para Juncker. Me parece la más razonable y, en especial, la única posible si queremos continuar unidos. El euro ha provocado muchos quebradero­s, pero, junto a Schengen, ha tenido la virtud de confirmar la posibilida­d de coalicione­s de los más dispuestos a avanzar. Quizás sería el momento de desempolva­r la carta que el 6 de junio del 2012, en plena crisis del euro, envió Rajoy a Van Rompuy y Barroso, demandando más unión fiscal (superminis­tro de Finanzas incluido y emisión de deuda pública europea) y una unión bancaria que ya está en curso.

No tenemos alternativ­a. No lo es la desintegra­ción de la UE y el regreso a los años treinta. Y no sólo por nuestros fantasmas familiares, sino porque en un mundo de supergigan­tes no hay más cera que la que arde (en el 2060, ningún país europeo superará el 1% de la población mundial). El 25 de marzo sería, pues, la fecha ideal, por simbólica, para el relanzamie­nto del proyecto. ¿Qué hacer frente a las crecientes amenazas? Sólo hay un camino posible: el de avanzar con los más dispuestos.

Una UE a diversas velocidade­s es la propuesta de Merkel y la más razonable para seguir unidos

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