Desde Rusia con amor
Serguéi Kisliak, embajador ruso en Washington, debe de haber leído Cómo ganar amigos, de Dale Carnegie, porque en el último año se ha visto con todo el mundo. Incluidos varios miembros del equipo de Donald Trump, como el defenestrado consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn; el fiscal general, Jeff Sessions, y el asesor y yerno del presidente, Jared Kushner. Flynn tuvo que dimitir por negar que se hubiera entrevistado con el embajador para hablar de las sanciones a Rusia, cuando había pruebas del encuentro. Sessions está en la cuerda floja por idénticos motivos, pues engañó al Senado bajo juramento al desmentir reuniones durante la campaña con el embajador ruso. Kushner acompañó a Flynn en sus contactos con el diplomático, pero no hizo pública su participación en las conversaciones.
¿Qué tiene el embajador ruso que no tengan otros? Poder de seducción, conversación interesante y un chef de primera. Su primer destino en 1981 fue la embajada de la ONU en Nueva York, así que conoce la realidad americana al dedillo. Y, sin duda, podría escribir un libro sobre la influencia de su país en la victoria de Trump. La Federación Rusa está encantada con el cambio de inquilino en la Casa Blanca, después que las relaciones se deterioraran en el segundo mandato de Obama.
Estos días cobra fuerza el editorial de Michael J. Morell, antiguo jefe de la CIA, publicado el pasado verano en The
New York Times, donde aseguraba que Trump era un espía ruso reclutado por Putin y no se había dado cuenta. En cualquier caso, el presidente deberá definir claramente sus relaciones con Rusia; el embajador Kisliak, hacer las maletas, y el fiscal general Sessions, buscar empleo. Desde Rusia con amor era el título de la segunda película de James Bond, donde intentaba que desertara una empleada del consulado soviético en Estambul. Pero hay amores (o amistades) que matan, en el cine y en la vida real. Y son un peligro para 007 o para cualquier otro funcionario con ínfulas.