Empate virtual entre DUP y Sinn Féin en las elecciones del Ulster
El Brexit ha atizado la tradicional desconfianza entre protestantes y católicos
Casi veinte años después de los acuerdos del Viernes Santo, la compleja política norirlandesa ha entrado en una etapa de amenazas e incertidumbres. Lo mismo, en el fondo, que la inglesa, la escocesa, la francesa, la austriaca, la holandesa o la norteamericana, pero con el agravante de un pasado de violencia que costó 3.600 vidas. Y que está enterrado, es cierto, pero no muy por debajo de la superficie. No hace falta hurgar mucho para encontrar los esqueletos.
Las elecciones del jueves a la Asamblea de Stormont (Parlamento autónomo de la región) no han hecho nada para aclarar el panorama, más bien todo lo contrario. Los dos partidos mayoritarios, los unionistas protestantes del DUP y los nacionalistas católicos del Sinn Féin, han quedado prácticamente empatados en porcentaje de voto, y habrán de ponerse de acuerdo en las próximas semanas para evitar que las instituciones autonómicas queden suspendidas e Irlanda del Norte vuelva a ser administrada directamente desde Londres, con consecuencias imprevisibles.
El Partido Democrático Unionista (DUP) –que durante décadas fue los dominios del reverendo Ian Paisley– ha perdido un 1,1% de voto respecto a las elecciones del año pasado, sobre todo entre las clases medias, debido al recelo al Brexit (apoyó la salida de la UE y hasta se gastó medio millón de euros en un anuncio) y, sobre todo, a un escándalo de política interna, el coste desmesurado de un plan energético mal gestionado del que se han beneficiado los empresarios, pero que en tiempos de austeridad le ha costado al erario público 500 millones de libras.
Aún así, el DUP –con el 28,1%– ha evitado el golpe psicológico de quedar por detrás del Sinn Féin en el porcentaje de voto, aunque los republicanos les pisan los talones, con un 27,9% de apoyo, un incremento del 3,9% que ha producido un empate virtual entre ambas formaciones. Detrás han quedado los también protestantes del UUP (12,9%), los socialdemócratas nacionalistas del SDLP (11,9%) y el Partido de la Alianza (no sectario), con un 9,1%.
El Ulster, lo mismo que la República de Irlanda, tiene un sistema electoral proporcional de voto único transferible, en el que los votantes clasifican a los candidatos según un orden de preferencias. Cada una de las 18 circunscripciones en que está divida la provincia elige a cinco
Los republicanos han ganado casi cuatro puntos (27,9%) y se han quedado a dos décimas de los unionistas (28,1%)
representantes en Stormont para un total de 90 diputados. Una vez que un candidato sobrepasa el número de corte y queda elegido, sus votos son transferidos a las segundas preferencias, y así sucesivamente. Y lo mismo ocurre con los votos de quienes van quedando eliminados.
La peculiaridad de la política norirlandesa es que, según los acuerdos del Viernes Santo de 1998, el gobierno ha de ser a la fuerza una coalición del partido protestante más votado y del católico más votado (en este caso DUP y Sinn Féin), que se reparten los cargos de primer ministro y viceprimer ministro, ambos de igual importancia. La extraña amistad y “relación especial” entre el reverendo Paisley y Martin McGuinness –ex dirigente del IRA– permitió superar durante muchos años los problemas inherentes a esa compleja colaboración. Pero ambos personajes han desaparecido de la escena (el primero murió y el segundo se ha retirado voluntariamente, por enfermedad), y los puentes se han roto por completo.
La renuncia de McGuinness en protesta por el escándalo de la energía, del que los nacionalistas consideran responsable a la primera ministra y líder del DUP, Arlene Foster, precipitó las elecciones. A falta de cómo queden repartidos los escaños en la Asamblea de Stormont cuando termine el recuento, la recuperación de la confianza mutua se presenta difícil, y también la composición de un gobierno. El Sinn Féin, reforzado por el resultado, se opone al Brexit, quiere que el irlandés sea reconocido como idioma oficial y demanda un referéndum sobre la reunificación de las dos Irlandas. En juego no está sólo la economía, sino también la paz.