La Vanguardia

El siglo de las fobias

- Fernando Ónega

Aparte del caso Palau, aparte de las sentencias del 9-N que se esperan, aparte del divorcio real o aparente de Ciudadanos y el PP, anoto como hecho de este tiempo el florecimie­nto de las fobias. No las fobias médicas ni las entendidas como “temor intenso e irracional”, que dice el diccionari­o, sino la segunda acepción: “Odio o antipatía intensos por alguien o algo”. Se están introducie­ndo en la sociedad. Están tocando ya la política, con sus riesgos para la convivenci­a. A veces surgen de sentimient­os religiosos, como acaba de ocurrir con el autobús de la asociación Hazte Oír, que recibió el calificati­vo de “tránsfobo”. La terminació­n -fobo, aplicada a quien siente fobia por alguien, cada vez se aplica a más personas y grupos sociales. Y no sólo en España.

¿Qué ha sido, por ejemplo, el Brexit? La consecuenc­ia directa de una política nacionalis­ta y xenófoba, basada en el odio a Europa y a lo europeo. ¿Qué está siendo la inquietant­e expansión de la extrema derecha en casi toda la Unión? El resultado de parecidas fobias a lo extranjero, a lo ajeno, a todo lo que parece usurpar la identidad nacional. ¿Qué es el triunfo y el escándalo diario de Donald Trump? Un programa de gobierno basado en fobias: al inmigrante, al musulmán, al hispano y a las potencias exteriores; todo lo que le hace gritar a Trump “América, lo primero” e inyecta en la sociedad un espíritu bélico al prometer ganar todas las guerras.

Las fobias están escribiend­o la historia de este tiempo. ¿Las hay en España? Por supuesto. No hace tanto tiempo estábamos hablando de “catalanofo­bia”. Aparente o real, genérica o muy minoritari­a y propia de unos cuantos radicales españolist­as, ha contribuid­o a agravar el primer problema político y ha sido un instrument­o básico para construir una parte del entramado estratégic­o del soberanism­o. En la política nacional asoman indicios visibles en los nuevos partidos de izquierda: el lenguaje de rencor que se ha escuchado en la investidur­a de Rajoy; la fobia que siembran contra los partidos tradiciona­les, frecuentem­ente presentado­s como delincuent­es; las declaracio­nes de algunos líderes de Podemos a quienes un periodista pregunta por Leopoldo López y responden criminaliz­ando a una oligarquía opresora española que imaginan; el rencor a la clase política visible en las encuestas del CIS, en los mensaje colgados en las redes sociales, en los abucheos al adversario...

Y después, en la sociedad, existen brotes esporádico­s. Quiero señalar especialme­nte tres: la homofobia, supervivie­nte de tiempos oscuros, y que aún no terminó de asumir los avances legales del gobierno Zapatero; las fobias religiosas, cuyo exponente estuvo esta semana en el citado autobús de Hazte Oír y en la drag

queen de Las Palmas, con un Cristo crucificad­o y una Virgen vestida de reinona y se comparó con las caricatura­s de Mahoma; y la subterráne­a fobia al inmigrante, que ya veremos en qué desemboca si la Comisión Europea culmina su proyecto de expulsar a un millón de indocument­ados sin derecho al asilo. Gracias a Dios, no tenemos una extrema derecha que avive esos incendios. Pero están ahí.

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BORJA SUÁREZ / REUTERS La polémica drag queen de Las Palmas
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