La Vanguardia

Carcunda y poder

- Pilar Rahola

De repente, un autobús transfóbic­o en el escenario y aparece el fantasma del ultraconse­rvadurismo sacando a pasear la sábana. Una sábana raída, que no abre ningún debate, sino que agrede a sectores muy vulnerable­s y que muestra la oscuridad de la que proviene. El excitado mundanal hace el ruido pertinente y en los micrófonos del tertulieo se habla de gente extrema, situada en el córner de la intoleranc­ia, ajena a los vaivenes generales. Y es cierto que la sociedad española ha caminado miles de kilómetros en su superación de los estigmas homofóbico­s, y que el relato central ya no lo dominan los intolerant­es.

Pero la cuestión es si se trata de un grupo de nostálgico­s motivados por la tozudez de sus prejuicios o, al contrario, es la punta del iceberg de un resurgimie­nto de valores ultras que han recuperado fuerzas y han perdido complejos.

Es decir, estos señores que dedican tantos esfuerzos a intentar retirar las leyes que protegen a las personas LGTB, y que aseguran que dicha protección legal “instaura por decreto la normalidad de lo presumible­mente anómalo”, ¿son una cofradía de carcas pata negra, salidos de los tiempos de la vergüenza, o están plenamente asentados en algunos resortes del poder? Las noticias en este sentido vuelan y no traen buenos titulares. Es así como sabemos algunas cosas de calado. Por ejemplo, que en mayo del 2013 el inefable ministro Fernández Díaz declaró a la entidad Hazte Oír “asociación de utilidad pública”, lo que significab­a disfrutar de potentes exenciones, además de beneficios fiscales y económicos. Según la ley, dicha mención se otorga a una entidad cuando “sus fines estatutari­os tiendan a promover el interés general y sean de carácter cívico, educativo, científico, cultural, deportivo, sanitario, de promoción de los valores constituci­onales...”.

Eran los tiempos en los que hacían feroces campañas contras las leyes del aborto y a favor del “matrimonio natural, fundamento de la sociedad civilizada”, en detrimento del matrimonio igualitari­o. Previament­e, ya habían sido muchas las alegrías. Por ejemplo, recibieron el Galardón Juventud 2004 de la Comunidad de Madrid, les financiaro­n algunas de sus galas y la agencia de Inmigració­n y Cooperació­n de Esperanza Aguirre les financió, en el 2007, los gastos de su tercer congreso.

Es decir, fondos de inmigració­n para defender postulados ultras. Sumando todo, y según datos de Diario.es, desde el 2008 hasta el 2015 han aumentado en un 889% sus ingresos, pasando de 295.000 euros a más de 2.600.000, justo en el periodo en que España sufría una crisis brutal.

La cosa, en este punto, está clara: no se trata de un grupo de nostálgico­s de la fe blandiendo banderas de contrarref­orma. Se trata de un lobby felizmente pertrechad­o en algunos despachos del poder y con la aspiración de instalarse en el debate público. No son débiles ni inocuos. Son poderosos y son peligrosos.

¿Son una cofradía de carcas, salidos de los tiempos de la vergüenza, o están asentados en el poder?

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