La Vanguardia

El esperpento que no tiene fin

Un primer cuarto patético (4-29) dejó al Barça sin opciones ante el vigente campeón

- ALFRED BELLOSTAS Barcelona

Un nuevo esperpento de la situación del Barcelona se vivió ayer en el Palau Blaugrana. Parece imposible que este equipo barcelonis­ta sea capaz de mejorar sus registros negativos después de una temporada para el olvido, pero en el primer cuarto del partido ante el vigente campeón de la Euroliga, el CSKA Moscú, lo logró con sólo cuatro puntos en diez minutos. Sí, la defensa rusa fue contundent­e en un bloque de gran calidad que tampoco rehúye el contacto físico. Pero el principal problema es que los ataques barcelonis­tas fueron penosos, con pésimas seleccione­s de lanzamient­o y constantes pérdidas de balón (hasta siete en esos minutos). Ante un rival tan desorienta­do, el CSKA fue a lo suyo y con un De Colo muy inspirado (9 puntos) liquidó el duelo ya en el minuto 10 (4-29), al que se llegó con un triple marca de la casa de Teodosic, con tiro libre adicional incluido. Quedaba mucho por delante, pero nadie podía apostar ya por un Barça roto desde hace semanas y que transmite una imagen total de impotencia.

Ante esta realidad innegable, el club sigue enviando un mensaje totalmente equivocado, como si escondiera la cabeza bajo el ala en vez de afrontar la situación. “Estamos mejor que hace dos meses”, dijo Bartzokas en la pre- via del encuentro, mientras que Claver explicaba que “mientras tengamos opciones, seguiremos luchando”. Lógicament­e, el Barça debe hacerlo, aunque todos son consciente­s de que en el playoff de la Euroliga no estará el conjunto catalán. Matemática­mente todavía no está descartado, pero más allá de los números –que tanto gustan en el baloncesto para explicar lo que ha sucedido– la realidad es que no hay ninguna evolución positiva en un colectivo que ha sido incapaz de superar la plaga de lesiones y que se ha ido hundiendo a medida que transcurrí­an las jornadas y, con ellas, llegaban las inacabable­s derrotas. Este escenario ha superado totalmente al técnico griego hasta el extremo de que no se sabe exactament­e a qué juega en este momento su equipo.

Si a nivel deportivo la situación es penosa, tampoco ha ayudado, claro está, la pésima planificac­ión realizada durante muchos años desde los despachos, donde la sensación de improvisac­ión es absoluta. En este sentido, a una plantilla mal diseñada se han añadido fichajes incomprens­ibles durante la temporada que, como era de prever, no han aportado nada. Fue lógico que los silbidos y los pañuelos apareciera­n ayer antes que nunca en un Palau que, pese a todo, intentó animar en todo momento, lo que ya tenía mérito con lo que se estaba viendo en la pista.

No hay nada que pueda justificar lo que se vio en esos primeros minutos, lo que devalúa evidenteme­nte lo que llegó a continuaci­ón. Bartzokas no supo cómo lograr que sus jugadores reacciona-

rán –lo intentó con un cuádruple cambio al principio–, mientras que los rusos, pese a bajar también su nivel cuando tuvieron claro que no podían perder, mantenían una buena parte de su ventaja en el descanso con un 24-48 que les garantizab­a el éxito.

Algunos destellos de Rice y Vezenkov, y la garra de Diagné, muy aplaudido por una afición ávida de caras nuevas para ocultar la realidad, fueron las únicas notas positivas en otra noche para el olvido. Y son demasiadas.

A decir verdad, el CSKA Moscú hubiera podido vencer por la diferencia que hubiera querido pero no le hizo falta hacer más para alcanzar el 61-85 final en un Palau que se había ido vaciando, pero que aún tuvo fuerzas para silbar la salida de los jugadores barcelonis­tas, con los Dracs de espaldas en otra muestra de rechazo por lo que había sucedido. Una pena.

Como sucedió ante el Baskonia y el Galatasara­y, la afición barcelonis­ta protestó de nuevo

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DAVID AIROB Bartzokas abandonó la pista con cara de circunstan­cias

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