De saque, dos contratiempos
Orlando Ortega acaba séptimo en 60 vallas y Óscar Husillos se cae de la final de 400 m
Siete meses más tarde, Orlando Ortega (25) ha dejado de estar ahí arriba.
Ocurrió ayer, en Belgrado, por sorpresa.
–No todos los días puedes estar al 100% –dijo Ortega.
Sólo pudo ser séptimo en los 60 m vallas. Registró 7s64, muy lejos de sus 7s48 de este mismo invierno. Con aquel registro hubiera ganado de calle. Se impuso el británico Andy Pozzi, en 7s51.
–Los 60 m vallas se resuelven en un abrir y cerrar de ojos. Si no sales bien, es difícil remontar.
Su reflexión tiene sentido. Ortega se maneja mejor en los 110 m vallas. Hagan el cálculo: casi es el doble de distancia.
Ortega es un vallista técnico, elástico, con ciertas carencias en el arranque. Lo vimos en los Juegos de Río, donde pudo arreglar las cosas. Salió mal, aunque acabó en el podio. Recogió la plata. El atletismo español no se subía al podio olímpico desde el 2004. Joan Lino había sido bronce en longitud, en Atenas. En Río, corría los 110 m vallas. Ayer no le dio tiempo. Se precipitó en la contraofensiva. Tocó la penúltima valla y cedió tres puestos. Se le vio golpeándose la cabeza, frustrado. Había desperdiciado una oportunidad.
–En semifinales ya no me sentía bien –dijo a pie de pista–. No era yo. He tenido unas sensaciones muy extrañas. He mejorado algunas cosas, pero quedan pendientes algunos pequeños detalles. Por ejemplo, la salida.
Su fiasco estropeó una jornada agridulce para el atletismo postOdriozola. Hubo de todo.
Ahora que surge un puñado de nuevos nombres, se presenciaron algunos pasajes inesperados. Óscar Husillos se atascó en los 400 m. Solo pudo ser sexto en las semifinales (47s83), agotado tras la primera ronda de la mañana (había corrido en 47s13): viene de los 200 m, no se recupera todavía de semejantes esfuerzos.
Le cubrieron las espaldas Lucas Bua y Samuel García. Ambos estarán hoy en la final de los 400 m (20.30 h).
Tampoco fue la tarde de Marc Alcalá (23). Se hizo un lío en la semifinal de los 1.500 m. La pistola del juez tuvo la culpa. Dieron la salida y el discípulo de José Antonio Prieto creyó oír un segundo disparo. Los atletas miraron al juez. Alcalá miró al juez. Los otros siguieron corriendo. Él se detuvo, esperando la nula. No llegó. Le tocó correr descolgado. No logró entrar en el grupo. Llegó en 3m54, a diez segundos de los primeros.
–Ni yo sé qué ha pasado –dijo–. A los diez metros de carrera han vuelto a disparar. Yo me he parado y el resto ha seguido. Me he quedado 50 metros atrás y no tenía nada que hacer. He sido tonto. Tenía que haber seguido como los demás.
El contratiempo era importante. Se trataba de su primera derrota del invierno. En su caso, le redimió Llorenç Sales. Por tiempos, alcanzó la final (hoy, a las 20.18 h).
Otros estuvieron mejor. Por ejemplo, Carlos Mayo. Un recién llegado a la elite. Pasó ronda en los 3.000 m. O Ana Peleteiro, que se ha crecido en el triple salto (se fue hasta 14,20 m) y aspira hoy al podio. O Pablo Torrijos, que también pinta muy bien en el triple, él entre los hombres.
Aunque por encima de todos voló Ruth Beitia (37). Pasa el tiempo, y ella mantiene el estatus. Con solo dos saltos, la campeona olímpica se plantó en la final de altura (hoy a las 16.30 h). Alcanzó 1,90 y se largó a la ducha. Parece por encima del resto. Kamila Licwinko se hizo un lío. Emma Green no es la que era. Y las rusas han desaparecido de escena.
–Me he llevado por delante unas cuantas generaciones –suele recordar Beitia.
Se refiere a Berqvist, Hellebaut, Vlasic...
Va camino de hacer lo mismo con las veinteañeras de hoy en día.
“Siempre he tenido unas sensaciones muy extrañas; no todos los días estás al 100%”, dijo Ortega La campeona olímpica se plantó en la final con sólo dos saltos; parece por encima del resto