La Vanguardia

A solas, en la cumbre

Lucas Eguibar es una rareza: aparece como favorito en el Mundial de snowboard X

- Sergio Heredia Este día de invierno hace calor al sol. Pero frío Uejima Onitsura

Lucas Eguibar retiene ecos. Voces de la infancia. –Empecé a esquiar a los dos años. –¿Cómo lo sabe? ¿Lo recuerda? –No puedo recordarlo. Apenas había empezado a caminar...

Tampoco hay imágenes: si sabe que esquiaba, es porque se lo han contado.

Era un mocoso y ya lo subían a Candanchú. O a Formigal. O a Astún. La familia tenía una casa en las montañas. Salían temprano desde San Sebastián. Los padres y los tres hermanos Eguibar. Se calzaban las botas junto al coche. Cada uno se encargaba de sus cosas.

Joseja, el padre, competía. Se dedicaba al esquí alpino. Disputaba Campeonato­s de España.

–A usted no le dieron opción. No le dejaron jugar al fútbol.

–Un montón de amigos hacía lo mismo que nosotros. Los fines de semana, subíamos a la estación de turno. Y me gustaba. –¿Cómo lo sabe, si no se acuerda? –A los siete años ya probaba la tabla. Fue mi primera experienci­a en el snowboard. Fue un hallazgo. Gracias a Dios, Lucas Eguibar no se perdió para los deportes de nieve. La gente de la Federación Española (RFEDI) lo tiene en un pedestal. Eguibar aspira al título en la prueba de snowboard X de los Mundiales de ski freestyle y snowboard que arrancan el miércoles en Sierra Nevada. Algo así no pasa siempre. En la nieve, los españoles no se dejan ver con frecuencia. En el snowboard X, tampoco. La disciplina tiene su punto. Cuatro surferos se deslizan sobre una pista salpicada de peraltes y curvas. Bajan a 80 km/h. O a 90. Se cruzan entre sí. Se tocan. Se empujan. Se reparten codazos. Se hacen trastadas. Casi siempre se cae uno.

Una vez, Jordi Font estuvo a punto de dar la campanada. Acabó cuarto en los Juegos de Invierno de Turín, en el 2006. Nadie esperaba aquello. Ni siquiera él mismo.

–¿Qué fue de Jordi Font? –pregunto a Eguibar.

–A veces aparece en alguna reunión de la Federación. Ha sido padre hace poco. Ya no compite. Vaya día, aquel en Sestriere. A algunos cronistas nos pilló con el paso cambiado. Sólo había ojos para María José Rienda. Jordi Font salió de la nada. Rompiendo pronóstico­s, fue pasando rondas hasta plantarse en la final. Los cuatro mejores. En la carrera decisiva se rezagó. Se quedó a un paso del podio en unos Juegos.

Un año después iba de puerta en puerta, buscando patrocinad­ores. Estos tipos están bastante solos. Tienen el apoyo de su federación, que tampoco va sobrada. Poco más. Lucas Eguibar se juega el pellejo en cada descenso.

–¿Usted se gana la vida con esto? –le pregunto a Eguibar.

–Es difícil generar dinero. Si ganas carreras, puedes llegar a vivir del snowboard. Pero cuando te retiras, entonces hay que trabajar. No queda otra. –¿No pasa miedo? –Miedo, no. Me da respeto. Cuando aprendió a respetar el snow, tenía quince años. Llevaba diez practicand­o el esquí alpino. Dice que estaba saturado.

–Salía fuera y no lograba grandes resultados. Nuestro nivel era muy bajo.

Se le ocurrió inscribirs­e en los Campeonato­s de España de Snowboard. Llevaba algunos años subiéndose a la tabla de vez en cuando. Al menos, una vez por semana. Aquel día acabó tercero. Varios entrenador­es habían ido a verle. Se fueron ojiplático­s.

–Era mi tercer día de la temporada haciendo snow –dice.

Apostaron por él. Le ofrecieron una semana con ellos. Se lo llevaron a Suiza. –¿Se lo pagaron todo? –Me lo pagué yo. Ya le he dicho que aquí apenas hay ayudas (hoy, la Federación Española ya le proporcion­a más ayudas).

Se las vio y se las deseó. Se caía de la tabla y volvía a levantarse. Un pardillo.

–¿Quién le iba a decir que sería el mejor del mundo? –Nunca lo pensé. Se admite mitómano. Hace poco, le dio por acordarse de Pierre Vaultier. Era uno de los grandes en los Juegos de Vancouver, en el 2010.

–Vaultier estaba en Canadá, triunfando. Yo le estaba viendo por la televisión... –¿Y ahora? –Ya le he ganado en más de una ocasión. Pierre Vaultier es uno de mis grandes adversario­s.

–¿Cómo ha logrado llegar tan lejos? Aquí no hay tradición. –He ido explorando. Cuando está en casa, en San Sebastián, se va a Equilibriu­m, el gimnasio de sus entrenador­es, Nerea Salinas y Alfredo Palla. Levanta pesas, trabaja el sistema aeróbico. Pilates, circuitos de resistenci­a. –¿Y eso? –La carrera es asfixiante. Como un sprint de un minuto. Ya sales con potencia, impulsando con el tren superior para arrancar a tope. Usamos los obstáculos para coger más velocidad. Hay un trabajo de piernas y pulsacione­s muy elevado. A 2.500 m, o a 3.500 m, como en Saas Fee, te quedas sin aliento.

En Sierra Nevada, pretende dejar sin aliento a los expertos en la materia.

Mejor estar atentos.

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LV Lucas Eguibar, durante un entrenamie­nto en Saas Fee (Suiza)
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