Santi Moix
El artista Santi Moix expone en la galería Carles Taché su última producción
ARTISTA
El artista Santi Moix es actualidad por partida triple, con exposiciones en la galería Carles Taché, de Barcelona; en junio, las pinturas murales en la iglesia de Sant Víctor y, en octubre, esculturas en el Palau de la Música.
El artista, que reside en Nueva York, dice que sufrimos un exceso de información que no nos deja tiempo para pensar
Santi Moix lleva 26 años viviendo en Nueva York y empieza a pensar que algún día tendrá que regresar a su país natal. De momento lo hará su obra en un año 2017 que se presenta marcado por tres presencias que no dejarán indiferencia: una exposición en la galería Carles Taché, de Barcelona, abierta esta misma semana; la inauguración en el mes de junio de las pinturas murales que ha realizado en el interior de la iglesia románica de Sant Víctor, en Saurí, en el Pallars Sobirà; y la muestra de escultura y pintura que en octubre abrirá en el Palau de la Música, para la que ya ha empezado a barajar ideas.
Acaba de llegar de El Cairo, se va ahora a Marrakech, donde sigue interesado por el trabajo artesanal del caucho, y este año expondrá también en Shanghai y Nueva York. Es un pintor que no olvida sus orígenes, pero su mundo es global. Aunque reconoce que la fascinación por América que le empujó a buscar nuevos horizontes empieza a flaquear. “Nueva York ha cambiado mucho, cuando llegué el dinero no era tan importante, ahora la gente no tiene tiempo para hablar, para distraerse, porqué tiene que pagar unos alquileres carísimos. Los artistas, los artesanos, los pequeños tenderos tienen que marcharse. Ya sólo nos faltaba Trump, es triste, produce mal rollo, pero es lo que se ha votado. Quizás obligue a reaccionar. Estamos en una época en que no hay tiempo ni para pensar, sufrimos un exceso de información y no se profundiza, lo vemos también en el mundo del arte”.
Santi Moix (Barcelona, 1960) expone hasta el mes de junio un conjunto de grandes piezas en la galería Taché de Barcelona bajo el título The Brooklyn Navy Yard, el nombre del recinto donde tiene su estudio. El eje temático de las obras presentadas son las flores. Todo arranca de una petición de su amigo el maestro impresor Jo Watanabe, experto en serigrafías, que enfermo de cáncer y deseoso de volver a su Japón natal, le pidió una última colaboración y le propuso basarla en las flores. “Al principio fue una experiencia nueva, me sentía extraño, buscaba flores y las pintaba del natural, incluso llegué a comprarme una nevera para conservarlas, pero poco a poco entré en una nueva dimensión, las flores venían hacia mi, y entonces empecé a disfrutar. Y entendí porqué todos los grandes maestros del arte han acudido a las flores. Son como la vida, vivas y muertas, son pequeños planetas, trozos de carne. A veces recuerdan también la arqueología, cuando se llenan de polvo. Entendí también a Watanabe, que utilizaba las flores como despedida. Y ahora puedo decir que me han ayudado a pintar, que he aprendido gracias a ellas”.
La lectura de Umberto Eco y de otros autores que han descrito flores reales o inexistentes le llevó a Santi Moix a plantearse porqué no inventar sus propias flores y crear su jardín de las maravillas. Y poco a poco sus flores empezaron a crecer, a asemejarse a otras cosas y figuras o simplemente se acercaron a la abstracción. Son también flores oníricas. Invitado un día a presenciar los fuegos artificiales de Nagoaka (Japón) descubrió que era como si el cielo llorase fuego. “Pero también percibí los fuegos artificiales como flores que explotaban”. Y ahora el centro de algunas de sus flores se llena de puntos de colores.
Otra de las sorpresas que se lleva el visitante de la exposición en la Taché son las flores que brotan desde el suelo y crecen por las paredes. ¿Un fresco? No, es como un trompe l’oeil, en realidad son pinturas realizadas en el taller sobre un material plastificado, el tyvek, que puede ser recortado y luego engancharse en las paredes. Y desengancharse también sin ningún problema, ni tener que recurrir a la técnica del strappo. Lo que cuenta para el artista es el efecto sobre el espectador. “Yo quiero divertir con esa explosión de color, que la gente lo entienda, que pueda apropiarse de la obra, sin que dejen de percibir que soy yo mismo, que pinto lo que soy y el mundo que conozco”.