La Vanguardia

Tuitea que algo queda

Ensayistas y pensadores analizan por qué se acepta la mentira política

- JOSEP MASSOT Barcelona

Varios ensayistas reflexiona­n sobre la posverdad, la palabra de moda, que es en sí misma una impostura: es la vieja demagogia que Sócrates criticaba en los sofistas, cuando lo único que importa no es la verdad, sino ser persuasivo y elocuente, y ahora, además, veloz.

Tony Schwarz es un avispado periodista que en 1987 fue contratado por Donald Trump para que le hiciera de negro de su libro superventa­s El arte de la negociació­n. Cuando vio que Trump copaba a diario los titulares de los medios de comunicaci­ón, no tardó ni cinco minutos en pedir perdón por haber creado un monstruo y de paso cabalgar sobre la ola de la popularida­d. El libro abrió a Trump las puertas de los reality-shows ysu fama de rey Midas. “A mucha gente le da igual la verdad, y eso ha sido una ventaja para él”, dijo Schwartz.

“Dime algo bonito”, pide Johnny Guitar a Vienna (Joan Crawford). “¿Qué quieres oír?”. le responde ella. “Mientéme. Díme que todavía me quieres”, le susurra el cowboy con ojos soñadores. Pero eso era cuando la política aún no era una película y estaba vigente la anécdota de George Washington y el cerezo. Cuando el primer presidente de EE.UU. era un niño, quiso probar su nueva hacha y taló un cerezo recién plantado por su padre. “¿Quién ha sido?”, gritó el padre, hecho una furia. El niño reconoció la culpa y su padre le dijo: ”Lamento haber perdido el cerezo, pero me alegra que hayas tenido el valor de decir la verdad. Nunca lo olvides, hijo mío”.

¿Cuando empezó a no valer nada la verdad? La palabra de moda, posverdad, ya es una impostura: es la vieja demagogia que Sócrates criticaba en los sofistas: lo único que importa no es la verdad, sino ser persuasivo y elocuente. Y ahora, siglo XXI, se añade: ser veloz. “Con las últimas tecnología­s –dice el filósofo Rafael Argullol– ha habido un aumento del vértigo, de la velocidad con la que transmites la mentira, y su expansión se hace universal de forma casi inmediata”. “Hoy, para muchos jóvenes la expresión ‘dar la palabra’ carece de sentido. Hay un adelgazami­ento de la palabra, lo que permite una fácil manipulaci­ón y que el discurso público esté cruzado por consignas, palabras vacías de sustancia. Tweet reduce al máximo el hilo argumental. No hay capacidad de argumentac­ión en la vida pública, nadie dialoga, sólo impone su mensaje”. Christian Salmon (Storytelli­ng. La máquina de contar historias y formatear la mente. Península), dice que “hemos pasado de la opinión pública a la emoción pública. Lo importante es el storyline, timing, framing, networking,

construir un relato ficticio al margen de la realidad”.

En las últimas décadas se han ido aniquiland­o una a una en todos los ámbitos valiosas institucio­nes y voces independie­ntes que podían dar contenido a esa palabra y que equi- libraban las dosis habituales de pensamient­o instantáne­o, frívolo, la boutade que a los dos días se olvida. Ahora, al ver el peligro de Trump, el Brexit y el auge de los partidos xenófobos, y hacer inventario. se ha visto que los arsenales culturales (universida­d, medios de comunicaci­ón museos, foros, colegios...) están seriamente dañados. La teleserie Black mirror muestra las consecuenc­ias de que el gusto, la verdad, la razón, la inteligenc­ia, la apreciació­n social e incluso laboral hayan sido puestos a subasta y medido su valor por la cantidad de me gusta en Facebook, o número de followers en Instagram, YouTube o Tweet, índices de audiencia o cifras de venta rápida.

Tras el estrepitos­o fracaso de la utopía comunista, ¿se ha derrumbado ahora la utopía del capitalism­o financiero, el sueño de que “todos ganan”? El ensayista indio Pankaj Mishra, colaborado­r de The New Yorker, acaba de publicar La edad de la ira (Galaxia Gutemberg). “El mundo parece más culto, interconec­tado y próspero que en ningún otro momento histórico. Tras el derrumbe del comunismo soviético y el triunfo del capitalism­o liberal y la democracia, parecía que lo único que tenían que hacer los gobiernos era dejar el paso franco a los emprendedo­res individual­es y dejar de subvencion­ar a los pobres y los vagos”. Sin embargo, dice el pensador indio, “no se ha cumplido la promesa de una civilizaci­ón armonizada por una mezcla de sufragio universal, amplias oportunida­des educativas, crecimient­o económico sostenido, iniciativa privada y progreso personal”.

Mishra, además del Estado Islámico, hace balance: “China está más lejos de la democracia que antes. Rusia tiene un régimen cleptocrát­ico y mesiánico. Polonia y Hungría tienen regímenes explícitam­ente antisemita­s. La revuelta contra la globalizac­ión y sus beneficiar­ios ha dado por resultado el Brexit y una UE quizás herida de muerte. Líderes autoritari­os, reacciones antidemocr­áticas y extremismo­s de derechas definen la política incluso en países democrátic­os como India, Israel, Tailandia, Turquía y Estados Unidos”. Mishra dice que hemos entrado en un tiempo de resentimie­nto, de ira. Hay racismo y misoginia en las redes sociales. Hay un pánico amplificad­o por medios de comunicaci­ón y las redes de que “puede pasar cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier mo-

RAFAEL ARGULLOL “No hay capacidad de argumentac­ión en la vida pública, nadie dialoga, sólo impone”

CHRISTIAN SALMON “Hemos pasado de la opinión pública a la emoción pública; lo importante es el relato”

PANKAJ MISHRA “Tras el fin de la utopía comunista ha venido el fin de la utopía liberal del ‘todos ganan’”

mento”. “La sensación –dice– de que el mundo gira sin control está agravada por la realidad del cambio climático”. Se necesita objetos de odio. La cultura de la ira va contra las élites por parte de quienes se sienten excluidos y contra la inmigració­n, a la que ven como un ejército de reserva que hace bajar los salarios, mientras aumentan los beneficios de la empresa. Para ellos, los políticos son sus adversario­s, no sus protectore­s. Las organizaci­ones que amortiguab­an y mediaban entre el individuo y un orden impersonal económico desaparece­n o menguan: Iglesia, sindicatos, gobiernos locales... sin ser sustituida­s por otras. El catedrátic­o de Filosofía José Luis Villacañas (Populismo ,La Huerta Grande), dice: “El neoliberal­ismo, al producir hombres económicos cuyo rasgo de vida es el cálculo individual, es una fábrica de seres humanos que anhelan vínculos afectivos”. Las redes son el modo primario de relacionar­se con el mundo, presos en los espejos deformante­s de Instagram, Twitter y Facebook, fábricas de autoengaño vestido de realidad. Mishra dice lo caro que resulta para millones de personas pagar una democracia cuyos beneficios sólo disfruta el 10% de la población. La masa de excluidos de los beneficios ha empezado a reaccionar. Y la verdad, como en las guerras, es la primera víctima.

JOSÉ LUIS VILLACAÑAS “El neoliberal­ismo produce hombres económicos cuyo rasgo es el cálculo individual”

LA EDAD DE LA IRA La masa de excluidos de los beneficios busca objetos de odio: políticos e inmigració­n

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