La Vanguardia

RAZONES PARA LA RENUNCIA

El carácter, los apoyos internos o el momento político marcan la dimisión, que puede ser un gesto noble o señal de impotencia

- SILVIA HINOJOSA Barcelona

El carácter, los apoyos o el momento político marcan la decisión de dimitir.

Qué humillante ha sido ver a François Fillon acorralado por la investigac­ión judicial y abandonado por su entorno, pero agarrado a su candidatur­a al Elíseo. Hay que estar hecho de un material muy concreto para no dimitir en esa coyuntura y, en cambio, presentars­e como víctima de una conspiraci­ón política y un proceso judicial con irregulari­dades. Pero no sólo ocurre en Francia. El presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, del PP, declara mañana ante el juez en calidad de investigad­o en un caso de corrupción y, aunque debería dimitir, según establece el pacto de investidur­a que firmó con Ciudadanos, se niega a dejar el cargo.

La dimisión en política suele situarse entre el gesto noble del que se va para no perjudicar­se a sí mismo y a su entorno y la impotencia de quien ya no puede seguir agarrado a un clavo ardiendo y lo suelta. Cuándo hay que dimitir es una pregunta con varias respuestas, porque alguien que es objeto de una investigac­ión judicial tiene derecho a la presunción de inocencia, pero esa es una garantía jurídica. La política y, sobre todo, el veredicto de la opinión pública se mueven en otros parámetros.

Junto a los hechos objetivos que hayan desatado la crisis por la que un político se ve cuestionad­o, en su decisión de dimitir pueden influir caracterís­ticas personales como el carácter o la capacidad para resistir la presión y circunstan­cias políticas como el nivel de apoyo que recibe de los suyos o el momento electoral en el que se produzca la polémica. Y luego hay otros intangible­s que pueden decidir la dimisión, como la pérdida de credibilid­ad del político, o frenarla, como el temor a que la retirada se interprete como un reconocimi­ento de culpa.

“Hay que hacer compatible la necesaria credibilid­ad de los políticos con la presunción de inocencia, que es un principio básico del Estado de derecho –advierte la politóloga Astrid Barrio–. Una dimisión no debería ser la norma ante acusacione­s o imputacion­es y sólo debería producirse en casos de flagrante delito”. Barrio, profesora de Ciencia Política en la Universita­t de València, recuerda: “Muchos políticos han visto truncada injustamen­te su carrera por abandonar sus cargos debido a imputacion­es que han resultado infundadas”.

También alerta sobre la excesiva influencia que pueden tener los jueces en la vida política el filósofo Daniel Innerarity. “Hay un equilibrio delicado entre los jueces y la política, y no tenemos una fórmula que proteja la lógica de los procedimie­ntos políticos ante una lógica aplastante como la judicial. No soy de los entusiasta­s de la idea de que cuando aparece un juez por ahí, todos a casa”, señala. Sin embargo, Innerarity, catedrátic­o de Filosofía Política en la Universida­d del País Vasco, matiza que aunque la presunción de inocencia es un principio fundamenta­l y no se puede exigir a una persona una retirada cuando eso no tendrá marcha atrás, “eso es pura teoría jurídico-política porque la realidad es que no se puede conceder el beneficio de la duda a todos por igual”.

En España han dimitido 22 ministros, el último José Manuel Soria, que dejó la cartera de Industria en abril del año pasado, cuando los papeles de Panamá revelaron su participac­ión en empresas familiares radicadas en paraísos fiscales. Soria se resistió a dimitir, pero la pésima gestión de esta crisis y el hecho de que el PP había perdido la mayoría absoluta y no podía añadir leña al fuego de las negociacio­nes se lo llevaron por delante. Otros, en cambio, han resistido temporales aferrados al cargo, siempre gracias al apoyo interno, como Álvarez-Cascos durante la crisis del Prestige.

“La opinión pública es un tribunal rapidísimo en juzgar, y se fija más en la verosimili­tud de los hechos que en su veracidad, además tampoco tiene en cuenta la presunción de inocencia, pero a la vez es olvidadiza –subraya el consultor Luis Arroyo–. Más importante, en cambio, es cómo afecta la crisis a tu partido y si tienes apoyo interno, porque eso te dará fuerzas para seguir, pero tampoco es una garantía, porque si apoyarte se convierte en un problema, te dejarán caer”. Arroyo, presidente de Asesores de Comunicaci­ón Pública, recuerda que una dimisión a tiempo, antes de que se acumule mucho desgaste, puede ser el primer paso para la vuelta de un político a la escena pública.

“En España siempre ha habido una gran desconfian­za hacia la política –apunta Astrid Barrio–, que se ha traducido en una actitud de cinismo democrátic­o, que implica la paradoja de que determinad­os comportami­entos pueden ser censurados en términos morales, pero son asumidos como inevitable­s”.

Cambiar ese contexto está en parte en manos de los partidos. “La política queda más protegida si levanta sus propias barreras éticas –subraya Daniel Innerarity–, pero la lógica que vemos en los partidos es: ‘¿Qué incentivos externos tengo para comportarm­e de manera ética, jueces, periodista­s, opinión pública?’. Pero ¿y tu conciencia?”.

ASTRID BARRIO “Una dimisión no debe ser la norma ante imputacion­es, sólo en caso de flagrante delito” DANIEL INNERARITY “La presunción de inocencia es teoría, no se puede dar a todos el beneficio de la duda” LUIS ARROYO “Dimitir a tiempo puede ser el primer paso para volver a la escena política”

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