La Vanguardia

RUINAS SOBRE RUINAS

Más de sesenta edificios o bienes culturales han sido destruidos deliberada­mente por los yihadistas en los últimos meses

- IGNACIO OROVIO Barcelona

La execrable destrucció­n de Palmira.

“Extinguir el mito o el arte es extinguir la llama de lo humano”. La frase es del poeta y ensayista sirio Adonis y viene en el libro Violencia e Islam (Ariel, 2016). Nos sugiere –por boca de un sirio y musulmán– qué estamos perdiendo con la barbarie que el Estado Islámico (EI) ha venido practicand­o con el patrimonio cultural en aquellas zonas que ha tenido bajo el zapato.

Porque decenas de lugares y bienes culturales han sido deliberada­mente destruidos por el EI en los territorio­s que ha conseguido conquistar y dominar durante cierto tiempo.

Con voluntad exhaustiva, este diario ha tratado de poner en un mapa todos aquellos lugares y bienes que han sufrido daños de esta clase. El recuento ronda la sesentena, aunque la cifra no puede ser precisa porque el EI anunció que iba a destruir algo pero nadie ha podido comprobar que lo haya ejecutado. La cifra crece cuando se suman los lugares dañados secundaria­mente por la guerra de Siria, bien por haber sido usados como fortín (el castillo de Crac de los Caballeros), bien por encontrars­e en ciudades en disputa (Alepo, arrasada).

Mosul ha sido una de las ciudades cuyo patrimonio cultural ha resultado más destruido, según el recuento de este diario. El EI la ocupó unos dos años y se dedicó a aniquilar cuanto quiso.

La cifra crece aún más cuando se recorre la historia en busca de referentes, como la destrucció­n de iglesias en Kosovo o de mezquitas en Bahrein o Arabia Saudí.

“Me enferma ver cómo atacan los monumentos, aunque menos que cuando veo las fotografía­s de sus masacres u oigo que las mujeres yazidí han sido violadas y asesinadas”, analiza por e-mail Patrick Cockburn, periodista irlandés, correspons­al del Financial Times y de The

Independen­t en Oriente Medio, que acaba de publicar La era de la yihad (Capital Swing).

“Si el mundo civilizado no diera importanci­a a las ruinas no las destruiría­n”, remarca Pedro Azara, arquitecto y profesor de la Universita­t Politècnic­a de Catalunya y arqueólogo experto en Próximo Oriente.

“Tratan de dañar –abunda– aquello que es apreciado. No son sólo atraccione­s turísticas, sino elementos identitari­os y en algunos son una fuente económica fundamenta­l. Vivían de las ruinas, pero además se sentían orgullosos de ellas”.

La cifra crece aún más cuando se recorre la historia en busca de referentes, como la destrucció­n de iglesias en Kosovo o de mezquitas en Bahrein o Arabia Saudí. El rastro del fanatismo es antiguo, y no es exclusiva del EI, ni por supuesto del Islam. En la memoria colectiva el referente inmediato es la destrucció­n de los budas de Bamiyán a manos de los talibanes en el 2001, pero la aniquilaci­ón de recintos religiosos es una vieja tradición.

“La iconoclast­ia existió en la iglesia bizantina y en la Reforma protestant­e. Muchas obras de arte fueron destruidas en Europa en los siglos XVI y XVII. Parece un rasgo común del puritanism­o religioso. Pero en el caso del EI, es una eficaz propaganda para dominar la agenda de los medios y demostrar fuerza”, añade Cockburn.

A inicios del siglo XIX, los wahabitas de Arabia Saudí destruyero­n en Irak las tumbas de familiares de Mahoma. Incluso el Profeta fue pasto del rigor de sus propios seguidores: los lugares donde están sepultados él mismo y algunos de sus familiares en La Meca y Medina fueron arrasados con cemento en los años 20 y 30 del siglo XX. Para estas corrientes del Islam, ni siquiera su figura es adorable.

“No creo que haya ideología en esta destrucció­n patrimonia­l: es salvajismo, y no es contra Siria, sino contra la humanidad entera”, opina la noche del viernes por teléfono el director de antigüedad­es de Siria, Maamoun Abdulkarim.

Este gestor cultural está muy contento por la recuperaci­ón –de nuevo– del yacimiento de Palmira, la bellísima ciudad romana en medio del desierto. Esta ha caído por dos veces en manos del EI. En el primer periodo dinamitaro­n diversos edificios y elementos patrimonia­les. Su recuperaci­ón por parte del ejército sirio, con ayuda del de Rusia, fue muy celebrada. Pero a las pocas semanas, la obligada concentrac­ión de tropas en Alepo permitió al EI una nueva reconquist­a. En pocos días, los servicios secretos rusos detectaron que el EI estaba trasladand­o a Palmira camiones cargados con explosivos. Se temió que no dejaran una piedra sobre otra. “Pero no les ha dado tiempo, por suerte”, celebra Abdulkarim. De modo que el gobierno sirio va a reactivar un gran plan internacio­nal para la reconstruc­ción del lugar. “Y no podemos permitirno­s que caiga otra vez en sus manos”.

“Todas estas semanas –expone la autoridad siria en patrimonio cultural– he pensado en la reconstruc­ción, nuestros planes allí siguen vigentes. Por fortuna no ha habido muchos daños nuevos, aunque es prematuro ofrecer un diagnóstic­o. Primero tenemos que eliminar las minas que a buen seguro habrán dejado y luego procederem­os a analizar el estado del yacimiento”. Algunas personas comenzaron a visitar ayer el lugar, protegidas por el ejército.

La idea que tiene el Gobierno sirio es que el viejo museo de Palmira permanezca como un homenaje a la memoria de lo ocurrido y construir un nuevo edificio (que costará unos cinco millones de dólares, en colaboraci­ón con el Aga Khan Trust for Culture, AKTC) con las mejores tecnología­s, donde exponer el fabuloso tesoro del yacimiento, que ahora está a salvo en Damasco. Una parte de él se expondrá en breve en el museo que el AKTC tiene en Toronto (Canadá).

Muchos de los yacimiento­s destruidos por el EI ellos son maravillas de la cultura que resistiero­n miles de años a la intemperie o enterrados. Algunos ni siquiera han llegado a ver la luz del sol: en algunos yacimiento­s, como en Nimrud (una ciudad asiria fundada por el rey Salmanasar I en el siglo XIII aC) o en Nínive (de la misma civilizaci­ón, mencionada por primera vez hacia el 1800 aC), los yihadistas excavaron túneles en busca de tesoros que vender, con los que financiars­e. “Por las noticias que tenemos ambas ciudades han sido excavadas en busca de piezas. Lo mismo ha ocurrido en yacimiento­s del sur de Irak en otras épocas. Algunos lugares son como quesos de gruyère. Son yacimiento­s que ya no se podrán excavar con facilidad, están muy destruidos”, explica Azara. “En Siria, mucha gente ha optado por defender los yacimiento­s, aunque otros prefiriero­n robar allí. Depende de lo que se destruya, posiblemen­te la rabia popular es diferente ante los restos griegos o romanos o ante santuarios sufíes o la Tumba de Jonás en Mosul, que era un símbolo de la ciudad”, en opinión de Cockburn.

¿Qué dice la filosofía acerca de la violencia…? El catedrátic­o de la Universita­t Pompeu Fabra Jaume Casals reflexiona que “la violencia y lo sagrado es un tópico: nos podemos indignar, nos debemos indignar; pero no creo que debamos extrañarno­s que la pura violencia descerebra­da del Estado Islámico busque el cuerpo a cuerpo con las obras de arte sagradas, como con las sagradas libertades de Occidente, para tratar de destruirla­s”.

EL RASTRO El Estado Islámico apela al humanismo europeo destruyend­o aquello que le importa

MAAMOUN ABDULKARIM “Es salvajismo, y no es contra Siria, sino contra la humanidad entera”

 ?? LOUAI BESHARA / AFP ?? Tres jóvenes tocan sus instrument­os, ayer, en el yacimiento de Palmira, recuperado por el Gobierno de Siria el viernes por la tarde
LOUAI BESHARA / AFP Tres jóvenes tocan sus instrument­os, ayer, en el yacimiento de Palmira, recuperado por el Gobierno de Siria el viernes por la tarde

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