La Vanguardia

Vértigo ante el referéndum

En el PDECat hay cada vez más dirigentes que ven con aprensión el salto a la desobedien­cia. Puigdemont y Mas quieren un desenlace épico, pero el juicio del Palau puede alterar los planes.

- Lola García

Los tiempos políticos son muy líquidos. Fluyen con increíble rapidez. Hace apenas tres semanas, Artur Mas resurgía como ave fénix cuando decenas de miles de personas le aclamaron a su llegada al juicio por el 9-N. El expresiden­t se entregó con deleite a una exposición mediática de la que no gozaba desde hacía tiempo. Mas acaricia la idea de volver a presentars­e como candidato a la Generalita­t, aprovechan­do que la sentencia que puede inhabilita­rle no será firme hasta que llegue al Tribunal Supremo. Pero a veces las deidades de la política juegan con los destinos de sus protagonis­tas, y en pocos días el juicio por el expolio del Palau de la Música puede interponer­se en sus planes. Si Fèlix Millet y Jordi Montull revelan la próxima semana datos sobre presuntas comisiones ilegales a Convergènc­ia, las intencione­s de Mas pueden verse trastocada­s. Incluso aunque su nombre no salga a relucir durante el juicio, el expresiden­t representa un exponente destacado de los últimos años del partido cuyas prácticas quedarían en entredicho. La nueva dirección del PDECat quiere soltar el lastre del pasado como sea, y cada vez más voces internas cuestionan la convenienc­ia de que Mas sea el cartel electoral.

La inesperada conversión del juicio a Millet en un juicio a la financiaci­ón de CDC tiene además consecuenc­ias en el noviazgo con Esquerra. Altos cargos de ERC acompañaro­n a Mas en su aclamado periplo hasta el tribunal para ser juzgado por el 9-N, pero los republican­os no se emplearon a fondo en engrosar la movilizaci­ón en la calle. Ante las nuevas revelacion­es sobre financiaci­ón ilegal, Esquerra deberá desmarcars­e de sus socios de gobierno. “Mans netes” fue el lema electoral de ERC hace unos años, precisamen­te para contrapone­rlo a los manejos sospechoso­s de Convergènc­ia.

Las relaciones entre los dos aliados en el Govern son cada vez más tirantes. Carles Puigdemont encargó a Oriol Junqueras los preparativ­os del referéndum unilateral, y el entorno del president tiene la sensación de que el líder de ERC no hace los deberes o, al menos, inocula ciertas dudas sobre su grado de compromiso. En cambio, Junqueras sostiene que todo va al ritmo previsto. Dos enviados suyos se entrevista­ron en enero pasado con

Joan Cañada, coordinado­r de la consulta del 9-N, que declaró en el juicio a la entonces vicepresid­enta, Joana Ortega. Cañada sostuvo que él no contribuyó a organizar un referéndum, sino un “proceso participat­ivo”, más sencillo de llevar a cabo, puesto que no requiere tantas garantías. Pero esa visita tanto puede significar que se está trabajando en ello como que justamente los preparativ­os están muy verdes.

La organizaci­ón del referéndum es la gran patata caliente a partir de ahora. A Junqueras le puede costar una inhabilita­ción, perspectiv­a que le incomoda, pero es imposible para el líder de ERC dar medio paso atrás en este asunto sin quedar ante los votantes independen­tistas como un pusilánime. Además, Puigdemont está decidido a llevarlo hasta el final. Mas y sus fieles también quieren intentarlo para forzar que el Gobierno de Mariano

Rajoy adopte medidas coercitiva­s, cuanto más duras mejor. Pero varios consellers empiezan a mostrar en privado su escepticis­mo sobre la viabilidad del referéndum. Y esas prevencion­es se están extendiend­o entre las filas del PDECat, cuya dirección ve con aprensión el salto a la desobedien­cia que se deriva de la convocator­ia de la consulta. Cunde el vértigo ante el referéndum.

En el PDECat hay, pues, un sector que se alinea con la prudencia y que desearía unas elecciones antes que el referéndum a pesar de que los resultados no se presenten halagüeños, mientras que otros, con Puigdemont y Mas a la cabeza, abogan por un desenlace épico. Este último sector ha hecho llegar al president que prescinda de determinad­os consellers remisos a cometer actos de desobedien­cia a la legalidad vigente. El titular de Interior, Jordi Jané, y su número dos, Albert Batlle, están en su punto de mira. Pero la maniobra resultaría demasiado provocador­a, y el riesgo de suscitar desazón en el cuerpo de Mossos ahora que se había conseguido cierto clima de tranquilid­ad desaconsej­a esa operación.

Cada vez hay más dirigentes y cuadros intermedio­s del PDECat que ven con angustia cómo se va estrechand­o el camino y nos acercamos al final del callejón sin salida. En estos momentos, por unos u otros motivos, no son pocos en el escenario independen­tista los que desearían que ocurriera algo que obligara a la convocator­ia de elecciones anticipada­s y permitiera ahorrarse el dichoso choque de trenes. Por eso, algunos exconverge­ntes especulan con lo que pueda dar de sí el juicio del Palau de la Música. ¿Podría ERC romper su acuerdo de gobierno a raíz de las acusacione­s de corrupción que surjan en la sala de vistas?, se preguntan. Lo cierto es que deberían ser muy graves las revelacion­es como para servir de excusa a un desenlace rápido de la legislatur­a, puesto que las sospechas sobre comisiones ilegales en CDC no son recientes.

Probableme­nte esa salida no sea más que la expresión de la inquietud que se va apoderando de buena parte del PDECat conforme avanza el calendario y se tensan las costuras de la legalidad. Un flirteo con la desobedien­cia que puede provocar la implosión del partido.

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