Diferentes
La campaña puesta en marcha por la entidad Hazte Oír con un autobús que debía recorrer diversas ciudades españolas portando lemas en defensa de las identidades sexuales que esa organización, definida habitualmente como ultracatólica, considera “normales” ha logrado un innegable éxito publicitario. Aunque el ya famoso autobús naranja bautizado como transfóbico e inmovilizado por la policía municipal de Madrid no recorra ni un metro más, habrá conseguido llegar a conocimiento de todos los ciudadanos informados. No es extraño que sus promotores se feliciten por la polémica creada, como informaba el jueves nuestro diario.
Ese mismo día, la lectora Núria Arxer planteaba en la sección de Cartas por qué se habría de vetar la presencia de ese autobús considerado ofensivo si, en cambio, no ha pasado nada por la coronación en el carnaval de Canarias de una drag queen que apareció vestida de la Virgen María y de Jesús crucificado. “No puedo más que preguntarme –argumentaba la lectora, tras contraponer también los casos del poema Mare Nostra de la escritora Dolors Miquel y la charla del escritor francés Philippe Ariño en la diócesis de Barcelona– qué entendemos exactamente por respeto y libertad, por ofensa y por no ofensa”.
También el suscriptor Vicente García Alonso envió una queja al Defensor porque el artículo titulado “Barcelona y Madrid actúan contra el autobús transfóbico”, publicado el miércoles, dedicara “alrededor del 90% del texto a denigrar la campaña de la organización”, lo que a su juicio “hace un flaco favor a la libertad de expresión”. “Que el recuerdo de un hecho biológico equivalga a una incitación al odio o a la violencia es uno de los misterios de lo políticamente correcto”, añadía.
La iniciativa propagandística de Hazte Oír ha sido considerada, efectivamente, un atentado contra los menores transexuales por parte de partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales y llevó al fiscal superior de la Comunidad de Madrid a abrir diligencias. El juez de instrucción prohibió la circulación del autocar mientras “no se retiren los mensajes discriminatorios que exhibe”, y Hazte Oír puso en marcha el viernes una autocaravana con lemas ligeramente cambiados. Será pues la justicia la que se pronuncie.
La primera lección que nos deja el caso en el terreno periodístico es que el valor de la información no es recabar las versiones de unos y otros en términos de equilibrio. Los periodistas deben contar todos los datos que permitan entender lo que pasa. Y lo que se ha publicado en relación con este tema es importante. Incluidos los hechos relevantes de que el anterior ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, firmó en el 2013 la orden que declaraba a Hazte Oír asociación de utilidad pública, con las consiguientes ventajas fiscales. O que en el 2015, ante la campaña electoral autonómica, el fundador de Hazte Oír fletó otro autobús que portaba por las calles de Madrid el lema “Quien vota a Cifuentes vota aborto”, una frase dirigida a la candidata del PP que no puede negar su radicalismo.
La otra lección, esta en términos democráticos, es que las prohibiciones rara vez sirven para hacer desaparecer determinadas formas de pensar. Es mucho más eficaz hablar abiertamente de las cuestiones que interesan a la sociedad. Y transmitir con ello a los jóvenes valores como la tolerancia, la convivencia y el respeto al otro. Desde luego es importante expresarse y también lo es escuchar a los demás, en este caso a los niños y niñas que se sienten sexualmente diferentes. Lo que no parece posible es construir una sociedad mejor con ideas inamovibles.
Es importante expresarse y también lo es escuchar a los demás, en este caso a los niños y las niñas que se sienten sexualmente diferentes