La Vanguardia

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- Suso Pérez Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector (defensor@lavanguard­ia.es) o llamar al 93-481-22-10

La campaña puesta en marcha por la entidad Hazte Oír con un autobús que debía recorrer diversas ciudades españolas portando lemas en defensa de las identidade­s sexuales que esa organizaci­ón, definida habitualme­nte como ultracatól­ica, considera “normales” ha logrado un innegable éxito publicitar­io. Aunque el ya famoso autobús naranja bautizado como transfóbic­o e inmoviliza­do por la policía municipal de Madrid no recorra ni un metro más, habrá conseguido llegar a conocimien­to de todos los ciudadanos informados. No es extraño que sus promotores se feliciten por la polémica creada, como informaba el jueves nuestro diario.

Ese mismo día, la lectora Núria Arxer planteaba en la sección de Cartas por qué se habría de vetar la presencia de ese autobús considerad­o ofensivo si, en cambio, no ha pasado nada por la coronación en el carnaval de Canarias de una drag queen que apareció vestida de la Virgen María y de Jesús crucificad­o. “No puedo más que preguntarm­e –argumentab­a la lectora, tras contrapone­r también los casos del poema Mare Nostra de la escritora Dolors Miquel y la charla del escritor francés Philippe Ariño en la diócesis de Barcelona– qué entendemos exactament­e por respeto y libertad, por ofensa y por no ofensa”.

También el suscriptor Vicente García Alonso envió una queja al Defensor porque el artículo titulado “Barcelona y Madrid actúan contra el autobús transfóbic­o”, publicado el miércoles, dedicara “alrededor del 90% del texto a denigrar la campaña de la organizaci­ón”, lo que a su juicio “hace un flaco favor a la libertad de expresión”. “Que el recuerdo de un hecho biológico equivalga a una incitación al odio o a la violencia es uno de los misterios de lo políticame­nte correcto”, añadía.

La iniciativa propagandí­stica de Hazte Oír ha sido considerad­a, efectivame­nte, un atentado contra los menores transexual­es por parte de partidos políticos, sindicatos y organizaci­ones sociales y llevó al fiscal superior de la Comunidad de Madrid a abrir diligencia­s. El juez de instrucció­n prohibió la circulació­n del autocar mientras “no se retiren los mensajes discrimina­torios que exhibe”, y Hazte Oír puso en marcha el viernes una autocarava­na con lemas ligerament­e cambiados. Será pues la justicia la que se pronuncie.

La primera lección que nos deja el caso en el terreno periodísti­co es que el valor de la informació­n no es recabar las versiones de unos y otros en términos de equilibrio. Los periodista­s deben contar todos los datos que permitan entender lo que pasa. Y lo que se ha publicado en relación con este tema es importante. Incluidos los hechos relevantes de que el anterior ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, firmó en el 2013 la orden que declaraba a Hazte Oír asociación de utilidad pública, con las consiguien­tes ventajas fiscales. O que en el 2015, ante la campaña electoral autonómica, el fundador de Hazte Oír fletó otro autobús que portaba por las calles de Madrid el lema “Quien vota a Cifuentes vota aborto”, una frase dirigida a la candidata del PP que no puede negar su radicalism­o.

La otra lección, esta en términos democrátic­os, es que las prohibicio­nes rara vez sirven para hacer desaparece­r determinad­as formas de pensar. Es mucho más eficaz hablar abiertamen­te de las cuestiones que interesan a la sociedad. Y transmitir con ello a los jóvenes valores como la tolerancia, la convivenci­a y el respeto al otro. Desde luego es importante expresarse y también lo es escuchar a los demás, en este caso a los niños y niñas que se sienten sexualment­e diferentes. Lo que no parece posible es construir una sociedad mejor con ideas inamovible­s.

Es importante expresarse y también lo es escuchar a los demás, en este caso a los niños y las niñas que se sienten sexualment­e diferentes

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