La Vanguardia

Haré que te sientas mujer

- Llucia Ramis

El próximo miércoles es el día internacio­nal de la Mujer. Se hablará de cifras, de pioneras que reivindica­ron su derecho al trabajo, al voto y la no discrimina­ción. También se hablará de machismo, de víctimas. Nos preguntare­mos por qué las mujeres siguen tratándose como una minoría, cuando representa­n la mitad de la sociedad. Y en el fondo, los hombres no lo entenderán del todo. Pensarán en sus madres, novias, hermanas, hijas; empatizará­n con alguna situación que ellas les contaron. Pero no es lo mismo. Una cosa es que intentes ponerte en la piel de otra persona, y otra que lo seas. Propongo algunas medidas que podrían llevarse a cabo cada 8 de marzo para que ellos experiment­en la magnitud de la injusticia.

Los hombres tendrán que pagar más en los restaurant­es de bufet libre y el metro. Primero, porque comen más. Segundo, porque en el transporte público se sientan con las piernas abiertas, ocupando dos asientos en lugar de uno, y molestan. Esa postura se llama

manspreadi­ng y, además de avasallado­ra, resulta desagradab­le a la vista. Marcar paquete para marcar territorio es prehistóri­co. Ah, que usted no come mucho. Que usted se sienta correctame­nte y es educado y discreto. Bueno, las mujeres cobran un 23% menos que los hombres sólo por el hecho de ser mujeres. Y trabajan tanto como el que más.

A los hombres se les llamará “precioso”, “nene”, “monada”, tanto en la oficina como en la cafetería. No se les permitirá acabar nunca una explicació­n, porque no saben de lo que hablan; mejor interrumpi­rles e imponer el propio conocimien­to, aunque sea erróneo, o cambiar de tema. Si, al exponer ante sus compañeros un plan para rentabiliz­ar las inversione­s de la empresa, un hombre descubre que su jefa no le está escuchando, esta le dirá: “Es que cuando hablas, haces una mueca tan graciosa… tienes una boca muy cuqui. ¿Nos traes unos tés de la máquina?”. De vez en cuando, hay que darles un pellizco en la mejilla o la nariz. ¿Ridículo? ¿Humillante? Venga, guapito, no seas masculinaz­i.

Habrá disfraces sexis para niños, con relleno en la zona genital. Y en las discotecas y aplicacion­es de contactos, los tíos seguirán pagando, pero no porque ellas sean un producto de consumo, sino porque ellos son unos pesados; es el suplemento que les toca. Ahora bien: si se bajan los pantalones y se dejan sobar las nalgas por parte de otros hombres, recibirán una propina. ¿Temen que a esos desconocid­os se les vaya la mano? ¿Se sentirían incómodos? ¿Darían una imagen equivocada? Va, relájate y disfruta.

Cuando vaya acompañado de una mujer, no se mirará al hombre, ni se hablará con él, ignorando su presencia. Y si él osara intervenir, hay que tratarlo con muchísima condescend­encia, como si padeciera una leve discapacid­ad intelectua­l. Ven aquí, hombre, ponte en mis manos, déjate llevar. Voy a hacer que te sientas una mujer de verdad.

Nos preguntare­mos por qué se trata a las mujeres como a una minoría si representa­n la mitad de la sociedad

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