Desfiles para no aburrir
La música y las flores dan una vuelta de tuerca más a la puesta en escena de Loewe
Desfiles hay tantos y tan seguidos que lo que ahora de verdad importa es no aburrir. Vista la desbandada que hace tambalear las pasarelas tradicionales (sobre todo la de Nueva York, que algunas firmas ya han cambiado por Los Ángeles o por macrofiestas privadas), las
maisons con aspiraciones eternas han iniciado su propia revolución en la semana francesa.
La sorpresa más grande la firmaba el viernes Jonathan Anderson. Convocó a sus escogidos invitados muy pronto, a las nueve de la mañana, y a oscuras en una sala sede de la Organización de las Naciones Unidas. Únicamente guiados por la luz tenue con que el director creativo de Loewe decidió iluminar una veintena de orquídeas marchitas que decoraban su particular escenario, comenzaron a sonar fragmentos inconexos de la banda sonora de El crepúsculo de
los dioses. Con esas notas irrumpieron primero las modelos, acto seguido los focos y finalmente los sorprendentes cambios de vestuario y temperatura con que el diseñador puso a todos en situación. Desde Delphine Arnauld (hija mayor de Bernard Arnault, el consejero delegado del conglomerado de lujo), su nueva musa que es la veterana actriz Charlotte Rampling a Suzy Menkes y Natalia Vodianova se empaparon de la colección en que Jonathan Anderson intercaló el cuero (en una maravillosa falda de vuelo marrón, en sorprendentes gabardinas de dos piezas y en una chaqueta amarilla con cintura de avispa), vestidos de fiesta largos hasta el suelo y jerseys gruesos (uno de ellos con estampado nórdico combinado con una vaporosa falda de lunares).
Todo propuestas inspiradas en el shock que él mismo vivió en una tienda de antigüedades de Miami (“positivo e inquietante al mismo tiempo”, decía en el backstage )y que se sucedieron al tiempo que la
En su performance, Jonathan Anderson orquestó incluso bruscos cambios de temperatura
temperatura del plató ascendía o descendía (Jonathan Anderson programó bruscos cambios en el termostato para pasar de los 15 grados a los 27 y crear este ambiente que él calificó de “emoción intensa”) . Orquestó una performance en toda regla acompañada por los compases de El crepúsculo de los dioses, notas budistas y el I’ve told
every little Star de Linda Scott. Sólo unas horas después Dior también puso en marcha su propia interpretación de lo que debe de ser ahora un desfile. Siguiendo la oleada feminista que impuso en su reciente debut como directora de arte de la firma (la primera mujer en la historia de la casa), Maria Grazia Chiuri le dio una vuelta de tuerca al uniforme. Transformó lo que considera “el mayor símbolo de igualdad” en piezas de alta confección pero llevables. Lo combinó con la boina de piel con que también apareció Rihanna y dio un empuje definitivo al azul y al estilo marinero en clave femenina.
Y si Junya Watanabe escogió ayer empoderar de nuevo el punk más exagerado, Undercover, Issey Miyake y Yohji Yamamoto se entregaron a la magia en sus respectivos desfiles mientras que Paco Rabanne inauguró una era futurista para la nueva cota de malla de Julien Dossena.